Silvestri se desmarcó del bloque y dejó expuesta la fractura en el oficialismo municipal

La abstención de Mario Silvestri durante la votación de las cuentas de inversión 2024 dejó algo más que un resultado ajustado. Explotó en plena sesión la tensión interna del oficialismo municipal, que terminó aprobando el balance gracias al voto doble de Laura Sánchez, presidenta del Concejo Deliberante y, para muchos, más funcional a la estructura del intendente que al espacio que la puso en la banca.

La votación terminó 7 a 7. Y fue Sánchez quien desempató, en silencio y sin demasiadas explicaciones, a favor del Ejecutivo. La escena, repetida pero cada vez más incómoda, dejó expuesta una preferencia clara: el oficialismo cierra filas en torno a una concejal conversa, pero no mueve un dedo para contener a los propios, incluso cuando esos propios —como Silvestri— vienen del riñón del poggismo.

La sesión fue larga, áspera, con gritos de un lado, planillas impresas del otro y varias chicanas personales. Mientras la oficialista Micaela Medina defendía el superávit y hablaba de eficiencia financiera, la oposición apuntaba contra el uso de fondos FIMA, los anticipos de coparticipación y un presupuesto que, según denunciaron, recortó a los más vulnerables para engordar los plazos fijos.

Pero el momento más tenso lo protagonizó Silvestri. Si bien ya venía con asperezas previas con su propio bloque, esta vez fue más allá. A pesar de pertenecer al oficialismo, se abstuvo de acompañar las cuentas. Dijo que, aunque se celebraba el superávit, “los sobrantes deberían haber sido administrados de un modo que pudiera haberse usado para cubrir las necesidades de los vecinos”. También lamentó no haber podido acceder a documentación clave como facturas, datos de proveedores o sociedades. “Hubiera sido muy bueno para mí poderlas ver”, señaló. Fue más lejos aún: cuestionó que el Tribunal de Cuentas haya trabajado “sobre bases selectivas”, sin revisar todos los datos a fondo. “Poco tiempo para hacer una evaluación exhaustiva” lo obligó a basarse únicamente en los informes del Tribunal. Y cerró, sin vueltas: “Adelanto mi voto y me voy a abstener”.

La frase cayó como un golpe seco. Algunos concejales oficialistas bajaron la mirada. Otros eligieron ignorarlo. No hubo una defensa pública, ni un llamado a recomponer. El silencio fue estruendoso. Nadie salió a respaldarlo. Pero a Laura Sánchez, sí: a ella se le celebró el voto salvador, se la blindó sin objeciones y se toleró incluso su cierre de sesión cargado de ataques personales.

Silvestri también había marcado que los entes descentralizados, foco de las críticas a la gestión anterior, ahora se usaban de forma más “discreta”, pero que eso no eximía al Ejecutivo de responsabilidad. Y remarcó que el Tribunal había hecho observaciones por inconsistencias, errores, prórrogas y pedidos de informes. “No son significativas, pero entiendo que no deberían existir, no deberían ocurrir”, concluyó.

La fractura en el bloque oficialista quedó al desnudo. La presidenta del bloque, Lizbeth Huatay, prefirió responder con golpes bajos: acusó a la gestión anterior de “chorearse todo”, apuntó directamente al Ente de Cultura que manejaba el esposo de la concejal Calderón, y se subió al mismo tono de descalificación que luego usaría Sánchez para cerrar la sesión, llamando “impresentable” a Russo y acusando a Divizia de ocupar una banca “por ser hijo de”.

El oficialismo ganó la votación, pero perdió otra cosa: la calma interna. Silvestri no solo marcó diferencias técnicas. Expuso, con hechos, que hay una conducción política que prioriza la lealtad circunstancial a una figura ajena al espacio, antes que el respaldo a quienes vienen militando desde hace años dentro del mismo frente. Esa incomodidad ya no se puede ocultar. Está votada, grabada y estampada en el acta