El enigma del crimen de Sosa: la confesión de Videla y las dudas sobre la investigación
Un hombre asesinado en su casa, dos imputados y una declaración inesperada que podría cambiar el rumbo del caso.
La sala de la jueza de Garantía N° 4, Luciana Banó, quedó en silencio cuando Marcos Gastón Videla pidió hablar. Nadie lo esperaba. El fiscal Ricardo Barbeito ya había expuesto su acusación, los testigos apuntaban en su contra y su propio defensor le había aconsejado callar. Pero él insistió. Entre sollozos, levantó la cabeza y descargó todo de una vez: “Soy inocente, no sabía lo que iba a hacer. El que lo mató fue Ortiz”.
La muerte de Valentín Manuel Sosa, de 64 años, ocurrida el 4 de agosto en Juana Koslay, ya era un caso cargado de misterio. Un hombre hallado sin vida en su vivienda del barrio 274 Viviendas “Malvinas”, con tres golpes en la cabeza propinados con un palo o un objeto contundente. Según la fiscalía, lo atacaron para robarle los $500 mil que había guardado tras la venta de un auto. Ahora, la confesión de Videla abría otra grieta en la investigación.
El fiscal Barbeito había detallado las pruebas que sostienen la imputación por homicidio agravado criminis causa: testigos que vieron a los acusados en la zona, la vecina que los señaló y los rumores de que Sosa guardaba plata en su casa. Ortiz y Videla, detenidos días después, quedaron en la mira. Pero en la audiencia del viernes, el relato de uno de ellos desacomodó la escena.
Videla aseguró que Ortiz lo buscó “de casualidad” en un baldío del barrio Eva Perón y lo convenció de acompañarlo. “Me dijo que íbamos a cobrar una plata”, declaró. Contó que al llegar al barrio lo dejó frente a la casa de Sosa. Quince minutos después, Ortiz salió con un bolso azul, guantes de látex y billetes. Según Videla, lo escuchó decir que “solo lo había golpeado para desmayarlo”. Luego, quemó los guantes, tomaron un remis, compraron droga y regresaron al barrio Eva Perón.
El defensor oficial Carlos Salazar aprovechó la declaración para sembrar dudas. Cuestionó la legalidad de la detención y denunció que su cliente estuvo retenido casi un día sin garantías. “Tenemos que velar por un proceso justo. Él fue interrogado sin asistencia letrada”, planteó. La sospecha quedó flotando: ¿fue Videla presionado para hablar en esa instancia?
Mientras Videla intentaba mostrarse como un testigo arrastrado por las circunstancias, Ortiz eligió el silencio. Confirmó su domicilio en el mismo barrio de la víctima y se negó a declarar. Para la fiscalía, su vínculo era mucho más estrecho: la familia de Sosa guardaba dinero en su casa para evitar que Ortiz lo malgastara, un detalle que refuerza el móvil económico.
La audiencia terminó con la jueza concediendo a las defensas una prórroga de ocho días. El Ministerio Público Fiscal insiste en mantenerlos presos por 120 días, mientras esperan pericias de cámaras de seguridad privadas y nuevos testimonios. Pero el viernes ya no fue un día más en la causa. Fue el momento en que la investigación, hasta entonces firme, empezó a tambalear entre una confesión inesperada, un acusado que calla y las dudas sobre cómo se están llevando adelante los procedimientos.


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