Una habitación oscura donde nada es lo que parece
La obra pasó por San Luis y contó una historia macabra, tensa y absolutamente intrigante. Pero son las actuaciones la que la hacen aún más potente.
Nada es lo que parece en “El cuarto de Verónica”. Ni en la obra teatral que el domingo se presentó en la sala Hugo del Carril de San Luis, producción de Diego Sosa Manager group, ni en la habitación donde se desarrolla toda la trama de la pieza
En la obra, el juego psicológico es permanente y el espectador se somete a él gustoso y con ansiedad por descubrir qué hay detrás de cada personaje. Eso es lo que consiguen las buenas historias de suspenso, más comunes en el cine que en el teatro.
De hecho, el gran éxito de Ira Levin, el autor de la historia, es “El bebé de Rosemary”, una intrigante historia que alcanzó muchos espectadores en las salas de todo el mundo. Con algunos guiños a aquella trama intrigante (la diferencia de edad entre las parejas protagonistas, las desconfianzas mutuas, las muertes poco claras, el nombre propio en el título), “El cuarto…” entrega altas dosis de incertidumbre y desconcierto.
La infrecuencia del género el teatro permite algunas licencias en una historia compacta, seria y muy bien interpretada (aquí un valor fundamental que merece el aplauso para Silvia Kutika, Fabio Aste, Tania Marioni y Luis Porzio) en el que todos son víctimas y algunos son victimarios.
Si bien “El cuarto de Verónica” tiene cuatro actores los personajes son muchos más o son esos mismos cuatro en diferentes situaciones. Ese es el atractivo mayor de una historia que va del suspenso al policial pero siempre está teñida por la oscuridad del drama y lo macabro
Toda la acción se desarrolla en el cuarto intacto de una joven presumiblemente fallecida. Puede ser en 1935 o en 1973. Con la Gran Depresión como telón de fondo o el surgimiento de los Rolling Stones. Porque nada es lo que parece en el cuarto de Verónica.


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