Joven muerto en Mendoza: "No sabemos por qué, pero a mi hermano lo asesinaron"

El rótulo de “secreto de sumario” impuesto por el juez federal de Mendoza, Walter Bento, a la investigación por la muerte de Carlos Andrés García Campoy, baleado en la cabeza durante un operativo de Gendarmería, le ha impedido a la familia del joven de 20 años responderse unos cuantos interrogantes sobre el hecho. Pero hay algo que los familiares no necesitan que se los confirme el juez: ellos están seguros de que el chico que vivió diez años en San Luis no se suicidó, como dijeron los gendarmes, sino que lo mataron.

Hace menos de un año que Andrés se fue de San Luis. Un día antes de morir había pagado la cuota de la universidad y "había renovado la oblea de GNC del auto", contó Juan.

“A mi hermano lo asesinaron, de eso no tenemos dudas, lo que no sabemos es por qué”, dijo ayer Juan García Campoy, hermano menor de Andrés, en una entrevista con El Diario de la República.

Juan contó que ni siquiera los dos abogados que sus padres contrataron en Mendoza para que participen en la investigación han tenido oportunidad de acceder a la causa judicial, a raíz de que el magistrado federal la tramita en forma reservada, para impedir que cualquier filtración entorpezca el cometido de esclarecer el hecho.

Lo único que ha trascendido a la familia de la víctima y a la prensa es que la Justicia ordenó el secuestro de todas las armas de fuego, tanto de los gendarmes involucrados como de los agentes penitenciarios mendocinos que participaron luego en el procedimiento, a pedido de los primeros.

En teoría, cuando los guardiacárceles llegaron, el estudiante de primer año de la Licenciatura en Higiene y Seguridad Industrial de la Universidad del Aconcagua ya estaba muerto en el asiento trasero de su Peugeot 504 verde. Pero igual los investigan a ellos también.
Andrés, que vivió en La Punta hasta que decidió irse a cursar estudios universitarios en la provincia donde había nacido, murió el viernes 13, alrededor de las cuatro y media de la tarde, en un puesto de control de Gendarmería instalado en el kilómetro 1060 de la ruta nacional 7, cerca de la destilería que YPF tiene en Luján de Cuyo.

Esa tarde, Juan, estudiante de quinto año de la Escuela Pública Autogestionada Nº 1, Maestra Rosenda Quiroga, de La Punta, estaba en la hora de Química cuando lo llamaron para avisarle que a su hermano “le había pasado algo”. No le dieron más detalles. Su mamá, Mónica Campoy, le contó cuando llegó a su casa, en el barrio identificado como Módulo 4.

Un viaje misterioso

Para Juan y su familia hay un misterio que desentrañar, porque tal vez tenga que ver con su asesinato. Quieren saber por qué Andrés pasó por el lugar donde lo mataron y hacia dónde iba.

“Había trabajado hasta las dos y media en el taller mecánico y negocio de motos de mi tío y de ahí tendría que haber ido a la casa de mi abuela, donde él vivía, en la Cuarta Sección. No sabemos por qué fue en esa dirección, por la ruta que va hacia Potrerillos”, contó el adolescente de 17 años.

En su ansiedad por saber la verdad, conjeturan que tal vez Andrés iba a ver a algún cliente para la carabina antigua que llevaba en el auto. La que, según los gendarmes, el chico usó para disparar contra ellos y luego matarse. La había heredado de su abuelo y al parecer quería venderla.

Juan incluso se pregunta si el homicidio de su hermano no habrá estado relacionado con el alto valor económico que puede haber tenido esa arma de colección, fabricada en 1890.

Después de que le hicieron la autopsia a Andrés, la Justicia mendocina autorizó a que le entregaran el cuerpo a sus padres. Ya fue sepultado en Mendoza, contó Juan. Agregó que “toda la familia está muy lastimada” por la muerte de su hermano, la forma en que murió y el intento de los gendarmes de hacer creer que se había suicidado.