Villa Mercedes: harán una inspección ocular en el escenario de un crimen

Después de dos años y medio del homicidio de Jesús Nazareno Cáseres, los jueces y el fiscal de la Cámara Penal Nº 1 de Villa Mercedes se acercarán a Lamadrid 116. Lo harán para tratar de reconstruir, con los datos que constan en el expediente y los que han ventilado algunos testigos durante el juicio oral, lo que pasó la madrugada del asesinato. Algo que en la mente de los familiares de la víctima está muy claro. Pero en los dichos del acusado, Mauricio José Pérez, no.

La inspección ocular en el barrio San Antonio, en principio, había sido fijada para el lunes pasado, a las 10. Pero fue pospuesta, así como todas las audiencias pendientes, para esta semana, porque el fiscal Néstor Lucero solicitó días de licencia.

El reconocimiento había sido pedido por Lucero en el segundo día del debate oral. Lo requirió porque los testimonios de los testigos no resultaron lo suficientemente claros y precisos para comprender dónde vivía la víctima y dónde el homicida y cuál es el lugar donde se dio la pelea que terminó con la vida del joven de 24 años.

En el último día de audiencia declaró Sandra Celina Bravo, la pareja del imputado y tía de la víctima. Contó que todo se desató cuando ella, Pérez y sus hijos regresaron a su casa del barrio San Antonio. Habían estado todo el día en lo de una tía y retornaron a su domicilio los primeros minutos del 4 de noviembre en cuestión.

“Mi pareja dejó el auto en la vereda y se acostó. Mis hijas se fueron a una casa de la esquina, que es del padre”, relató. Pero, a poco de irse las chicas, oyó gritos. Se asomó al ventanal que da a la calle para ver qué pasaba. Por el vidrio, vio a Jesús y su hermano Antonio corretear a sus hijas. “Estaban fuera de sí. Alcoholizados y no sé si algo más también…”, acusó.

Dijo que Antonio le tiró una botella de cerveza dentro de la vivienda y que su otro sobrino, de un solo golpe, tiró al suelo a su hija Jesica. Desde el dormitorio, el acusado distinguió los gritos de las jóvenes. Se levantó, tomó el látigo que su mujer tiene a un costado de su puerta y arremetió contra el que le había pegado a su hijastra.

“Cáseres hizo un paso atrás y, de detrás de un árbol, sacó algo”, detalló. Esa cosa le pareció a ella, en principio, un arma de fuego. “Empezaron a forcejear. Hasta que, en un momento, sentimos un disparo y Jesús cayó al piso”, aseguró. Ahí, con el estruendo, se convenció de que efectivamente lo que empuñaba la víctima era un arma de fuego. 

La versión de la mujer de 43 años concuerda con la que su concubino dio ante el juez de instrucción Penal Nº 1, Alfredo Cuello, a los pocos días del homicidio, luego de ser detenido en la localidad cordobesa de General Paunero.

En aquel entonces, relató que “habían estado en una reunión y que volvió a su casa con su familia. Él se fue a dormir y las hijas de su señora fueron a comprar a la esquina”, rememoró su abogado, Flavio Ávila. “Ahí fueron interceptadas por los hermanos Cáseres, con quienes tenían problemas familiares anteriores. Ellos estaban ebrios y comenzaron a perseguir a las chicas”, narró el defensor.

Las jóvenes entraron a su domicilio y uno de ellos le tiró una botella. Bravo salió a la calle y empezó a discutir con sus sobrinos. Detrás de ella, salió el acusado. Se puso frente a frente con Jesús, quien empuñaba una escopeta recortada. “Se trabaron en lucha, con el arma en medio”, dijo. Todo terminó cuando se produjo un tiro. “Mi cliente dijo que él no disparó”, subrayó.