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Estuvieron casados 70 años y murieron con minutos de diferencia, tomados de la mano

Por redacción
| 27 de abril de 2017
Isaac y Teresa se casaron en 1947.

Isaac Vatkin y Teresa Gesklin pueden ser tranquilamente protagonistas de una película de amor. Después de estar casados 70 años, murieron con pocos minutos de diferencia y tomados de la mano.

 


Teresa murió antes. No estaba internada por causa del Alzheimer, que le clavó su garra en 2002. Entró al hospital con un severo cuadro de neumonía, casi siempre fatal a esa edad.

 


Después del final de Teresa, la mano de Isaac quedó sola y sin razón de ser. Y siguió el rumbo de su mujer hacia el último viaje. El viaje al Gran Misterio… cuarenta minutos después.

 


Ella a las 12.10, y él a las 12.50. Primeros minutos del sábado 22 de abril. Como en una gran novela romántica.

 


Los dos se mantuvieron vivos gracias a máscaras de oxígeno. Pero mucho antes de recibirlas, cuando Isaac tuvo la certeza del fin, firmaron un documento. El luminoso quid de la historia. Decía "No nos reanimen". Querían seguir juntos hasta más allá de la vida.

 


Y los hijos pidieron –luego del ok de los médicos–, que cayeran las máscaras de oxígeno.

 


Según Julia, la hija, "Mamá, antes de irse, abrió los ojos y lloró. Pero hizo un gran esfuerzo para no soltar la mano de papá. Apenas corrieron la cama y sus manos se separaron, ¡papá dejó de respirar! Buscamos un médico, pero fue inútil. Se fue…"

 

La historia de amor empezó en la Argentina y en una fiesta de familia. La primera vez que se miraron fue decisiva: la flecha dio en el blanco…

 


Se casaron hace siete décadas: 1947. Él, uruguayo llegado de niño a la otra costa. Ella, de Mar del Plata.

 


Instalaron vida y casa en el barrio de Villa Urquiza. Tres hijos les nacieron. En esos años, el país sufría una fuerte ola de antisemitismo. Por eso ella empezó a llamarlo "Alberto" en lugar de Isaac. Y él no cambió el de su mujer. "Teresa" despertaba menos sospechas…

 


En 1968, la gran decisión. El salto sin red. Buscaron en los Estados Unidos lo que quieren todos los inmigrantes: un futuro dorado.

 


Abrirse camino no fue fácil. Tres hijos que criar. Leo, el menor, de apenas 7 años. Isaac, de 42, ante un duro escollo: aprender inglés.

 


Tenía buen y largo oficio: hacía carteras de cuero. Pero el mercado de USA le señaló otro camino.

 


En Skokie, el suburbio de Chicago donde recalaron para siempre, abrió un restaurante de comida rápida. Y más tarde fundó una distribuidora de carne kosher –esencial rito judío– que sirvió a todas las carnicerías de su distrito.

 


Progresaron. Pero –según testimonio de sus hijos– "nunca tuvieron la gran casa ni ningún otro lujo. Siguieron viviendo con sencillez. En realidad, todo lo invirtieron en nuestra educación".

 


Clara, Daniel y Leonardo crecieron y siguieron su camino. Pero a sus padres les llegó el tiempo cruel del deterioro, preludio de la muerte.

 

Isaac, de 91 años ya, se acercaba al final. Azotado por la influenza, sus uñas se tornaban violáceas y su piel cambiaba de textura. El diagnóstico médico fue terminante: "No le queda mucho tiempo".

 


Teresa podía sobrevivirlo. Pero llevaba largos años condenada por el Alzehimer. Años en que Isaac fue su más fiel custodio. Su sombra… Le daba de comer, la bañaba, vivía pendiente de ella. Tanto, que a sus 80 años consiguió una computadora para leer todo cuanto hubiera sobre el Alzheimer y la investigación sobre ese implacable flagelo.

 


Los hijos decidieron no separarlos. Los internaron en el Highland Park Hospital de Chicago con un día y medio de diferencia.

 


Su hijo Daniel unió sus manos, que ya no se separaron hasta el último aliento. "Es lo mejor que pude hacer por ellos", recordó en el funeral.

 


Fuente: Infobae

 


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