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Al granizo le responden redoblando el esfuerzo

Carlos Grosso y su esposa Alicia llegaron desde Mendoza motivados por las facilidades que brinda San Luis. Hacen verduras, frutas secas y venden huevos.

Por Magdalena Strongoli
| 28 de octubre de 2018
Moneda corriente. Las heladas y las lluvias son frecuentes en la zona de El Durazno. Fotos: Marianela Sánchez.

Cuidar la casa de uno es simple. Lo difícil es, en tierras lejanas, sentirse como en casa. Roberto Grosso y su mujer Alicia llegaron desde Los Corralitos, en el mendocino departamento Guaymallén, a Estancia Grande con la idea de producir tomates. Finalmente el destino los llevó a El Durazno Alto, donde encontraron la posibilidad de hacer frutales y tener gallinas ponedoras. Después de un duro año en el que el granizo les hizo perder toda la producción, se reponen con gran entereza, conscientes de que así son las reglas del juego en el campo. Ahora proyectan mecanizar la mayor cantidad de tareas y ampliar la cantidad de plantas.

 

Hace cuatro años atrás decidieron venir a San Luis junto a sus tres hijos. El primer proyecto fue en un campo que alquilaron en el kilómetro 28 de la ruta provincial Nº 9, camino a El Trapiche. Finalmente no pudo concretarse la idea que tenían de hacer tomates de huerta. En ese momento conocieron a un comerciante del rubro alimentación animal que vivía en Coronel Moldes, en la provincia de Córdoba. Con él es que pusieron en marcha un plan que era aún más ambicioso de lo que Grosso había imaginado antes de salir de Mendoza.

 

El primer año de producción fue muy bueno y les permitió ganar confianza. Pero al año siguiente las inclemencias del tiempo los dejó sin posibilidad de vender su producción. "Cayeron alrededor de cinco lluvias con piedras que fueron suficientes para dejar pelados los frutales, que solo sirvieron para hacer dulces caseros para la familia. Ahora rogamos que ningún problema con el clima nos ataque, ya que en el caso de las almendras tenemos las plantas muy cargadas y faltan casi dos meses para la cosecha", explicó Grosso, quien estima que van a obtener 700 kilos de almendras para esta temporada, fruta que venderán sin pelar a un precio de mercado de 360 pesos el kilo.

 

Al ingreso de la zona productiva del campo, ubicado a pocos kilómetros del cartel de cemento que indica que uno ha llegado a El Durazno Alto, han colocado una malla antigranizo que ocupa un espacio de un poco más de una hectárea. "Visto y considerando lo que nos pasó el año anterior, decidimos proteger los frutales y la verdura de nuevos episodios de granizo", explicó, al tiempo que señalaba la estructura con su mirada en dirección al cielo plomizo que acompañó la jornada en la que la revista El Campo visitó la finca, que Grosso trabaja como si fuera propia.

 

"En unos 20 días nos llegará la verdura para comenzar a sembrar pensando en el verano. A fin de año cosecharemos y estaremos en condiciones de comenzar a repartir a nuestros clientes", comentó respecto de la huerta y la fruta fresca que siembra bajo la malla, hilera de por medio. "Para aprovechar el terreno intercalamos filas de frutales con verduras", contó el mendocino sobre la eficiencia que le da a sus producciones y que también aplica en los ajos, para los cuales utiliza doble planta en una sola hilera.

 

Entre las variedades que producen hay almendras, duraznos, peras, manzanas, cerezas, damascos y ciruelas.  "Lo que se cosechará en los próximos días serán dos hectáreas de almendras, que para la próxima campaña pasarán a ser siete", dijo con expectativas renovadas; y agregó que con los duraznos pasa algo similar, ya que incrementaron la producción de una hectárea a dos de la variedad que llaman "de transporte", por su durabilidad. 

 

La familia Grosso trabaja codo a codo en cada una de las tareas que sean necesarias. Es por ese motivo que pueden proyectar crecer en el mediano plazo. Además de los cultivos frutihortícolas, se dedican a criar gallinas ponedoras.  "Queremos pasar de 450 animales a 3.000. Además vamos a adquirir una máquina que haga el trabajo de limpiar los huevos, algo que ahora hacemos a mano", contó el hombre, quien aseguró que con las gallinas que tienen sacan un promedios de 390 huevos por día. Podrían alcanzar las 1.800 unidades si concretan la idea de aumentar la cantidad de ponedoras. "Los huevos se pueden encontrar en el supermercado de El Trapiche, en almacenes de El Volcán y en otros de Estancia Grande. Tenemos una alta demanda pero no estamos pudiendo atenderla", contó el hombre, que vende huevos de granja aunque no llegan a ser caseros. "Cerca del corral hemos sembrado media hectárea de pasturas que usaremos una vez armado el nuevo corral, como alimento para las gallinas que consumirán a campo".

 

El dueño de la tierra es Rubén Grivarello, que tiene una fábrica de alimentos para animales en Juan Jorba. "Gracias a eso nosotros pagamos una bolsa de maíz, que cuesta alrededor de 300 pesos, a un precio de costo de 180 pesos. Es un alivio, pero aun sigue siendo todo cuesta arriba. Usamos dos bolsas por día, más el combustible para el traslado, y no tenemos subsidio de ningún tipo", contó, y de modo coloquial aseguró que por las ganancias que reciben a veces "dan ganas de hacerse un puchero con las gallinas" que tienen en el corral.

 

En Los Corralitos, donde vivía la familia antes de llegar a San Luis, tenían un predio con verduras algo que, como contó Alicia, es moneda corriente por esa zona. La competencia era mucha y ya no les resultaba rentable. "La verdura no cuesta lo que debería y el intermediario es el que gana plata y uno siempre está por debajo de los costos. En San Luis somos uno de los pocos que nos lanzamos a hacer verdura a gran escala", aseguró, y agregó que "en el primer año, que fue muy bueno, usamos 5.000 plantines de pimientos, 4.000 de berenjenas, y plantamos una hectárea de tomates", contó Grosso, quien agregó que el año pasado perdieron 100 mil pesos. 

 

El ingeniero Pablo Cangiano llevó a alguno de sus alumnos, a los que les estaba dando una capacitación en jardinería, para que aprendieran la técnica de poda de frutales. A partir de ahí comenzaron las conexiones con técnicos y sobre todo con el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción para poder acceder a uno de los tantos planes que ofrece el Gobierno de San Luis. "En general todas las plantas y variedades se adaptan muy bien a las bajas temperaturas que tiene la zona de El Durazno Alto, donde en el invierno hay hasta nevadas. De todas maneras busco opciones de cada una de las frutas para conocer si es que alguna puede darnos mejores resultados", contó el hombre de campo, que está muy contento con todas las condiciones que le ofrece la provincia.

 

"Las cerezas tiene muy buena aceptación, así como la pera y la manzana, tanto la verde como la roja. También los membrillos", contó Grosso mientras iba en su camioneta recorriendo los alrededores de las plantaciones.

 

Aun se podían ver los daños colaterales que habían causado los intensos fríos de este invierno, que por causa del peso de la nieve les tiró un malla que habían utilizado para cubrir los tomates y algunas otras verduras. El ajo es un producto muy utilizado. Por eso los Grosso, a pesar de que requiere de mucha mano de obra, plantaron media hectárea, que alcanza un producción total como si hubieran hecho una hectárea por la forma en la que fue sembrada. "Así como lo ves, hacer este pedazo de tierra cuesta cerca de 100 mil pesos. Tanto por los materiales que lleva como por el sistema de riego que tenemos, que es por goteo", explicó el mendocino.             

 

 Una de las tareas manuales que realizan en el campo, que está rodeado de cordones montañosos, es la de "virotear", que consiste en extraer la flor del ajo para que la cabeza se desarrolle mejor. Según explicó Grosso, "la savia que la planta usa para el crecimiento de esa vaina verde, cuando se corta se destina al crecimiento de cada diente de ajo, que por lo general traen un promedio de entre 11 y 13 por cada cabeza. Después de 20 días, cuando se hizo el último riego y se secó la planta, comienza la etapa de la cosecha", contó el chacarero, que agregó que de no hacer esa tarea crece igual, pero demora mucho más.

 

El futuro es auspicioso para la familia, que está dispuesta a ir por más. El próximo salto será agregar nogales, que estará en uno de los extremos del establecimiento. "Consultamos al experto Carlos Guinle, quien nos recomendó una variedad que alcanza la altura del almendro y podría dar frutos en un año. La distancia a la que se planta es cuatro metros por cinco entre cada árbol", contó este conocedor de producción de frutales, quien aseguró que buscan de una sola vez poner 700 plantas.  

 

Para proteger los cultivos, no solo de la piedra sino también de los fuertes vientos que suelen azotar a toda la provincia, Grosso realiza cortinas forestales con álamos en todos los contornos del campo. "En el límite de cada lote volteamos el alambrado para sembrar los árboles. Luego le pondremos la división de nuevo", proyecta con un entusiasmo envidiable.      

 

La producción comenzó y de la mano de la familia Grosso quiere crecer sin bajar nunca los brazos. Adoptaron a San Luis como su nueva casa y aquí quieren seguir con el aporte de la producción frutihortícola. El Durazno Alto es testigo de tanto esfuerzo.

 

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