SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Una fiesta familiar, la antesala de un asesinato en el barrio Kirchner

La agresión ocurrió, al parecer, cuando la víctima y el atacante, que eran vecinos, volvían a sus casas.

Por redacción
| 01 de agosto de 2018
Celebración y tragedia. Calderón (a la izq.) fue uno de los partícipes de una fiesta en la que, al parecer, abundó el alcohol. Foto: Leandro Cruciani.

Diego Segundo Carrillo golpeó la reja de su casa para que salieran a abrirle, en el barrio Néstor Kirchner, al sur de San Luis capital. Eran las 5:30, según calculó su mujer, Natalia Carina Agüero. No alcanzó a ingresar a la vivienda, apenas si llegó hasta el jardín de entrada. “Mirá lo que me pasó”, le dijo él, mientras con una mano intentaba contener la sangre que se le escapaba por el cuello. Al hombre de 36 años lo habían apuñalado. “Gritó ‘ya me la van a pagar’, como para afuera, hacia la calle”, contó la viuda ayer. Carrillo no alcanzó a cobrarse nada: murió un rato después. Ahora, la Cámara del Crimen 1 de San Luis juzga a un vecino de la víctima, Ángel Pedro Calderón, como sospechoso de haberlo asesinado aquella madrugada del 2 de mayo de 2016.

 

Aunque ese es su nombre, el investigado es conocido por sus allegados como Walter.

 

Agüero recordó ante el tribunal que cruzó la calle y le pidió auxilio a su vecina de enfrente, a quien luego le dejó los chicos para acompañar a su pareja en la ambulancia que lo trasladó al Hospital San Luis.

 

Según Agüero, madre de los cinco hijos que dejó Carrillo, más temprano, ellos habían estado en la casa de un hermano de él, en donde cenaron y tomaron algo de alcohol. Volvieron a su domicilio y después, su marido le dijo que iría un rato a lo de “El Zurdo”, un vecino. “Como a las 2:30 lo fui a buscar. Golpeé, pero no había nadie”, relató. Entonces, ella regresó a su casa. Cuando volvió a ver a su marido, él ya estaba malherido y tambaleante, en la puerta.

 

Por las declaraciones escuchadas ayer, Carrillo, a quien apodaban “El Cuervo”, estuvo en una fiesta en lo de una familia vecina, los Saavedra. Fue, según se desprende del testimonio que ofreció ayer José “El Chespino” Saavedra, un festejo de largo aliento: empezó cerca del mediodía del 1º de mayo y se extendió hasta bien entrada la madrugada del 2. Hubo asado, vino y baile. Después, llegaría la tragedia, a pocas cuadras de ahí.

 

Saavedra aseguró que tanto la víctima como el acusado eran sus amigos. Y acaso, para quedar bien con todas las partes, los calificó a ambos como buenas personas, como hombres tranquilos.

 

Su tío Carlos Saavedra, que también declaró ayer, refirió lo mismo. Pero evocó un detalle que, según afirmó, nunca le reveló a nadie y que conservó para él hasta ayer, cuando habló ante el tribunal. Manifestó que “El Cuervo” Carrillo le dijo, en un momento de la noche, que había personas que no tenían que estar en casa. “Cuando lo dijo, miraba a Walter”, aseveró Saavedra.

 

Más allá de eso, no vio nada extraño. Y en eso coincidió con su sobrino “El Chespino”: aseguró que no hubo pelea ni discusión adentro de la vivienda, que víctima y victimario no tuvieron ningún cruce durante la reunión.

 

Según los testimonios recolectados por la División Homicidios, Carrillo y Calderón se cuentan entre los últimos en retirarse de la fiesta. Uno salió primero y, un instante después, el otro.

 

Uno de los efectivos de Homicidios citado para que diera testimonio ayer, el oficial principal Diego Albornoz, quien fue instructor de la causa, explicó, ante una pregunta del camarista José Luis Flores, que la sospecha en torno a Calderón comenzó a ganar fuerza a medida que le tomaron declaración a los vecinos y las personas que estuvieron en el festejo.

 

Además, consultado por la fiscal de Cámara 1, Carolina Monte Riso, el principal dio detalles de otras líneas investigativas que siguieron y que decantaron ante la consolidación de los indicios que comprometían a Calderón. Es que, inicialmente, los efectivos de la Comisaría 41ª, con jurisdicción en la zona, demoraron a un mayor y a un menor, pero su intervención en el crimen finalmente se descartó.

 

Esos relatos de los vecinos y participantes del festejo, de algún modo, también hallaron coincidencia con otras averiguaciones y medidas realizadas por la Policía, por ejemplo, la inspección ocular, que permitió hallar en la calle que divide los barrios Néstor Kirchner y 30 Viviendas, sobre la calzada, hacia el sur, grandes manchas de sangre. Sería el lugar del ataque.

 

Y, a unos metros de ahí, encontraron un cabo plástico, un cuchillo tipo Tramontina con manchas de sangre y una esponja gastada de color parduzca. Todo fue secuestrado para pericias, según explicó el oficial principal Hugo Cornejo, quien estuvo a cargo de ese procedimiento.

 

El punto donde estaba la gran mancha de sangre queda a unos cien metros del domicilio de la víctima, según estimaron efectivos que declararon. En rigor, queda de camino a las casas tanto de Carrillo como de Calderón, ya que ellos vivían cerca uno del otro. Por ello y dado que salieron prácticamente al mismo tiempo de la fiesta, los investigadores suponen que iban juntos, a sus respectivas viviendas, cuando ocurrió la agresión.

 

Hay un testimonio que Albornoz mencionó, el de una vecina que vio a dos sujetos que iban hacia el este por la mencionada calle, la que separa los dos barrios. La mujer dijo que vio a esos individuos murmurar, y que luego, uno de ellos, el más alto y robusto, le dio al otro, más bajo, un golpe a altura del cuello o de la cabeza, y que después este último cayó de rodillas en la calle, se reincorporó como pudo y caminó hacia el este, con el agresor atrás.

 

Según la vecina, el atacante llevaba una campera negra larga, contó el principal. Quienes estuvieron en la fiesta declararon que Camargo llevaba esa noche una prenda de ese tipo y color. Y su contextura, en efecto, es mayor que la de la  víctima.

 

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