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Arsénico, el enemigo silencioso

Ingresa en el cuerpo humano fundamentalmente a través del agua para consumo. El sudeste de San Luis es una de las zonas de riesgo, por lo que la provincia ya toma medidas, cómo hacer un proceso de ósmosis invertida antes de que el agua llegue a los tanques. En altas cantidades, puede producir cáncer de piel y de hígado.

Por Marcelo Dettoni
| 26 de agosto de 2018
Fotos: Shutterstock.

La presencia de arsénico en el agua y en los alimentos implica una serie de riesgos y desafíos a solucionar para mejorar la calidad de vida de la población, sobre todo la rural. Pablo Pacheco, titular de la cátedra de Toxicología de la Facultad de Química, Bioquímica y Farmacia de la UNSL e integrante del Conicet, se refirió a los aspectos analíticos y toxicológicos del hidroarsenicismo,  una enfermedad considerada crónica regional y endémica (HACRE). En el sur provincial el agua suele ingresar en los tanques domiciliarios con una dosis alta de arsénico, por lo que el tema es de sumo interés en San Luis.

 

“El arsénico es un conocido veneno… históricamente llamado ‘polvo de sucesión’. La enfermedad generalmente está causada por el consumo prolongado, varios años, de agua con elevado contenido de este elemento químico semimetálico”, dijo Pacheco, quien describió cómo toma diversas partes del cuerpo: “Tiene distintas etapas, en una primera solo son manchas en la piel, sudoración y prurito, luego aparecen grietas, ampollas y sangrado. Pero hasta aquí, si se evitan las causas, los síntomas pueden revertirse. Luego se entra en una fase más complicada, con manchas melanómicas en la piel y por último cáncer de piel y de hígado”.

 

Sobre el origen del arsénico, explicó que “es un mineral que naturalmente se encuentra en sedimentos de origen volcánico. En condiciones de falta de oxígeno, si entra en contacto con el agua pasa a las napas”. Específicamente en San Luis agregó que “existen zonas donde algunas napas tienen contenidos mayores al tolerado para consumo. Ocurre especialmente en el sur, y sobre todo en el sudeste. Sin embargo puede haber variabilidad espacial entre pozos y también en el tiempo. Es necesario realizar análisis para conocer los niveles verdaderos de arsénico en el agua”.

 

“El límite aceptado en la actualidad es una ingesta máxima de 180 microgramos por día. Si bien ese consumo depende del peso de las personas, se estima que un agua con una concentración mayor a 10 ppb (partes por billón, microgramo/litro…. Igual a 0.01 mg/l) es riesgosa y no apta para consumo humano sin tratamiento o dilución con otras. Son datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Código Alimentario Argentino, porque los alimentos también tienen un límite máximo”, expresó el especialista.

 

El cuerpo humano metaboliza el arsénico para hacerlo soluble y elimina gran parte por la orina, pero la exposición permanente a concentraciones altas genera el daño. “Entre otras cosas, el hígado al hacer soluble algunas formas para eliminarlas por la orina, genera otras transitorias que pueden ser más tóxicas que las originales. Por eso es uno de los órganos más dañados cuando avanza la enfermedad”, explicó el docente de la UNSL.

 

Tampoco es fácil determinar las concentraciones de arsénico en el agua, porque se requiere de laboratorios especializados. “Los bajos límites de tolerancia hacen que no cualquier empresa de aguas pueda realizar el análisis, especialmente en alimentos. Además estos límites van variando y, como se mencionó, hay variabilidad en el tiempo. Por todo eso es un desafío para la comunidad de químicos analíticos continuamente desarrollar metodologías precisas de medición, equiparse, y especialmente capacitar a laboratoristas en distintos ámbitos. Los laboratorios del Conicet y la UNSL en San Luis forman parte de quienes asumen esos desafíos en el país”, cerró Pacheco.

 

Los tratamientos

 

Hugo Saitúa, del área de Química General e Inorgánica de la Universidad Nacional y también integrante del Conicet, se refirió al tratamiento que debe hacerse del agua subterránea contaminada con arsénico, el estado actual, los desarrollos y las nuevas tendencias.

 

“El principal origen del arsénico en Argentina es por la actividad volcánica de la cordillera. Hay amplias zonas del país que sufren esta contaminación natural. Sin embargo hay también exposición por actividades humanas, algunas mineras lo dejan en el ambiente, también los antiparasitarios y plaguicidas y los funguicidas utilizados para madera”, dijo el químico.

 

Para Saitúa, “es necesario hacer análisis sobre el agua que se consume en distintos lugares, especialmente si se sabe que se está en zona de riesgo. Si el agua tiene un contenido excesivo, existen alternativas para reducirlo o diluirlo. La primera por supuesto es el reemplazo de la fuente de agua. Es un rol que pueden cumplir los acueductos, que traen agua de lluvia capturada en las sierras”. Y luego continuó detallando las posibilidades de mejorar las condiciones existentes: “Una alternativa en zonas con buenas lluvias es la captación (aprovechar los techos) y almacenamiento seguro (aljibes o cisternas sin contacto con la napa con alto contenido). Y si no se puede reemplazar totalmente el uso del agua con alta concentración de arsénico, al menos hay que diluirla. Por debajo de una concentración exagerada el cuerpo es eficaz en evacuarlo y no se desarrolla una zona endémica”.

 

También las plantas potabilizadoras pueden eliminar el arsénico por el método de "coagulación, floculación, sedimentación y filtrado" por lo que cobran una importancia fundamental en los pueblos. “Es lo más común, el problema viene aparejado a la disposición final de los barros del filtrado, que están enriquecidos en arsénico. Otro proceso, caro energéticamente, es la ósmosis inversa. Algunas localidades del este de La Pampa y del oeste de Buenos Aires potabilizan agua con este método y luego la reparten en bidones para el consumo, mientras que a la red va el agua sin tratar”, agregó. También Nueva Galia, en el Departamento Dupuy, realiza el proceso de ósmosis inversa para llevar agua en mejores condiciones a su población.

 

En áreas rurales en las que llueve poco, algo común en San Luis, tanto en el oeste como en el sur, “en una escala domiciliaria y para pequeños volúmenes la OMS difunde unos productos denominados Alufloc y Ferrfloc, que pueden ser usados donde no hay otras formas disponibles. Se basan en la floculación y decantación. También el RAOS, remoción de arsénico por oxidación solar, que consiste en colocar trozos de hierro (alambre de fardo) con jugo del limón y el agua en una botella plástica, y ponerla al sol”.

 

En países con tecnologías de avanzada, aseguró que “existen otros métodos y muchos en desarrollo. Uno de ellos es el uso de nanomateriales para hacer nanofiltración, con un procedimiento similar a la ósmosis inversa pero con muchísimo menos gasto energético. Entre otros, éste es uno de los métodos en los que trabajan los equipos de la UNSL. La técnica a la vez elimina carbonatos y flúor, otro contaminante que suele estar asociado en aguas con arsénico”.

 

El arsénico en la mesa diaria

 

Alejo Pérez Carreras, del Centro de Estudios Transdisciplinarios del Agua de la Universidad de Buenos Aires (UBA), habló sobre la transferencia de arsénico a los alimentos, que llega a través del agua subterránea usada para riego de los cultivos y bebida de los animales.

 

“A diferencia de otros contaminantes, no se ha encontrado una bioacumulación en el caso del arsénico. Es decir, los animales que por años consumen arsénico, y las personas que se alimentan de ellos, no van aumentando su concentración en los tejidos, como sucede, por ejemplo, con algunos pesticidas utilizados, o que se utilizaron, para controlar insectos”, detalló Pérez Carreras. Aunque de todos modos aconsejó no relajar los controles: “Un cultivo regado sistemáticamente con agua con arsénico, o una vaca que consume ese forraje y toma esa agua, podría transferir el arsénico a los productos que luego comemos. Sin embargo, muchas veces el arsénico no se encuentra en los alimentos o lo hace en formas no tóxicas, como en algunos peces. Entre los vegetales es raro encontrar plantas con altas concentraciones, apenas algunos helechos y algas, y se utilizan para biorremediar lugares artificialmente contaminados”.

 

Para conocer la posibilidad de que en una cadena alimentaria se transfiera arsénico, se determinan los "factores de biotransferencia", desde la concentración de arsénicos en el ambiente de un eslabón de la cadena a un determinado producto. Así estudiaron el factor de transferencia desde el ambiente de agua de bebida y forrajes que consumen vacas lecheras y la concentración en el producto final, la leche. “En una cuenca lechera muy expuesta a arsénico, en el centro-este de Córdoba, encontraron que la concentración en el agua de bebida era el factor más importante, que lo que estaba en las pasturas (solo algunas regadas, y es una zona con mucha lluvia) no era muy importante. No obstante la transferencia de arsénico del agua a la leche resultó ser muy baja, la concentración en leche resultó inferior a los límites aceptados, aún en el agua apta para bebida humana, que es similar al aceptado en leche (10 ppb)”, concluyó.

 

Una obra vital

 

San Luis tiene proyectado un acueducto que sería muy importante para combatir el hidroarsenicismo del sur. Se trata del Acueducto del Este, una obra que se extenderá a través de 890 kilómetros y servirá para llevar agua segura a 130 mil habitantes, además de un gran desarrollo productivo en materia ganadera.

 

Transformará la vida de más de 17 poblaciones, entre ellas las de Nueva Galia, Fortuna, Fortín El Patria y la Nación Ranquel. Este acueducto extenderá agua potable a sus habitantes, previo tratamiento en las plantas locales, directamente por las redes hasta los grifos del hogar. En total, tendrá un área de influencia en más de 2.300.000 hectáreas y un caudal capaz de abastecer a 700 mil cabezas de ganado.

 

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