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Toros bien serranos para mejorar la genética

El Ministerio de Producción entregó cuatro animales de cabaña a pequeños productores para reemplazar a los ejemplares que habían dado positivo a enfermedades venéreas.

Por Marcelo Dettoni
| 06 de octubre de 2019
En el Plan Toros, todo queda en San Luis porque los reproductores para reposición fueron criados a campo por una cabaña de Naschel, "El Arbolito".

El Plan Toros tiene varias etapas: la promoción al productor para que conozca los beneficios, su aceptación definitiva, la realización de los raspajes en busca de detectar venéreas, el envío de las muestras al Laboratorio del Campo para su análisis y la resolución en cada caso. Si algún animal da positivo, el proyecto le otorga el beneficio al criador de recibir un padre de plantel de reemplazo, de mejor genética y buena capacidad reproductiva. Todo es gratis para ellos.

 

A partir de esta etapa, entra a jugar un entramado logístico muy importante que involucra a buena parte del Ministerio de Producción, porque hay que retirar el toro enfermo del rodeo para evitar nuevos contagios y hacerle llegar uno nuevo, que previamente el gobierno provincial debió comprar en los mejores remates que se hacen en San Luis, o bien adquiriéndolo a campo en alguna cabaña reconocida. El plan contempla que todo debe quedar en suelo puntano, por lo que debe ser un animal criado en estas tierras, por productores locales, en lo que configura un movimiento interno en el cambio de manos.

 

 

 

Cuando llega el momento de la reposición, que se debe hacer al menos 15 días después del retiro del toro afectado por alguna venérea para que las vacas potencialmente infectadas se puedan negativizar de manera natural (algo que no pasa con los machos), se ponen en acción mecanismos casi de relojería para llegar con el nuevo animal a destino. Pasa que en la mayoría de los casos, por no decir en todos, hay que recorrer grandes distancias y llegar a lugares recónditos, porque se trata de pequeños productores de menos de cien vientres, otra exigencia del plan para poder ser beneficiario.

 

Entonces el camión con los toros debe emprender verdaderas aventuras por caminos difíciles, de piedra, entre las sierras, atravesando parajes donde la comunicación por celular es poco menos que imposible. Acompañan al transporte de carga una o dos camionetas con funcionarios del Programa Producción Agropecuaria y Arraigo Rural, quienes previamente deben hablar con los criadores para coordinar horario de llegada y llevar implementos básicos para poder bajar a los toros, ya que la infraestructura es básica en esos campos de monte, donde dominan las carencias.

 

La experiencia de entregas anteriores, en las que bajar cada toro resultó una odisea que puede llevar horas si el animal se empaca, llevó al Ministerio de Producción a hacerse de un cargador portátil, que arrastra una de las camionetas hasta cada uno de los destinos. Es un préstamo del Programa de Control de Productos Primarios (Copropri) que dirige el Chilo Giménez, pero al fin de cuentas todo queda en casa.

 

A los pequeños productores bovinos les toca conseguir la manga y el cepo y ahí otra vez el equipo se puede encontrar con cualquier cosa, porque algunos hicieron la inversión para tener uno nuevo propio, otros piden prestado a algún vecino y están los que usan viejísimos engendros que heredaron de padres y abuelos, porque en estas zonas marginales la ganadería se lleva en la sangre y en los genes. Pero al menos el cargado aliviana la primera tarea: llevar al toro de la caja del camión a la manga. 

 

 El Plan Toros ya pasó por los departamentos más importantes al comienzo de su implementación: Dupuy, donde está radicada la mayor parte de los rodeos puntanos; Pedernera, que tiene en Villa Mercedes un polo de producción de carne muy importante; Pueyrredón, Belgrano, Chacabuco y en este 2019 está encarando la última etapa, con una acción conjunta en Junín, Ayacucho, Pringles y San Martín. Quizá sea algo tarde para dar un último aviso, pero de todas maneras vale la advertencia: a partir del año que viene, como ya habrán estado cubiertos los nueve departamentos de San Luis, ya no habrá chances de beneficiarse con esta iniciativa única en el país.

 

“Será obligatorio presentar los resultados de los análisis de los toros y que hayan dado negativo a enfermedades venéreas, de otra manera no van a poder mover hacienda de un punto a otro. Por eso es importante hacerlo este año en los cuatro departamentos, porque ahora es gratis, después va a tener costos”, dijo Martín Rodríguez, el jefe del Programa Producción Agropecuaria y uno de los coordinadores de estos viajes de asistencia y recambio de animales positivos.

 

 

 

Hace un par de meses, la revista El Campo acompañó a los funcionarios en una visita de seguimiento de toros entregados unos meses atrás en las alturas del Departamento Pringles (ver edición Nº 330 del 3 de agosto). En este caso, el cronista fue testigo del paso anterior dentro del esquema: la reposición de los reproductores a criadores que esperaban con ansias ese momento. Pero atención, el nerviosismo va más allá de conocer al nuevo animal, porque todos descartan que va a ser mejor que el que deben entregar para faena por estar afectado a una venérea. De eso no hay dudas, ya sea por referencias de algunos colegas o por lo que leen en los medios.

 

En realidad son desconfiados por naturaleza, entonces dudan de todo: de los tiempos, de la seriedad (más que comprobada) del gobierno provincial, de los mecanismos de entrega, de alguna "letra chica" que se les haya pasado. Recién cuando ven bajar del camión al toro que les toca, ahí se dan cuenta de que el plan funciona y es una herramienta muy valiosa para mejorar sus índices productivos.

 

“Entrego a Juan Pérez y me dan a Leo Messi”, graficó de manera futbolística un pequeño productor del Departamento San Martín, maravillado por lo que estaban viendo sus ojos: un Aberdeen Angus joven, de gran movilidad y tamaño moderado, lo que le otorga facilidad de parto y un alivio importante para unas vacas a las que, por la geografía y el clima, les cuesta alcanzar una condición corporal óptima.

 

 

Bajo la sombra de "El Arbolito"

 

La jornada empezó muy temprano para todos, cerca de las 6:30, cuando el sol recién se desperezaba sobre el este y reflejaba contra la ladera de El Morro mientras las camionetas y el camión contratado devoraban kilómetros por la autopista Nº 20, rumbo a Naschel.

 

El destino primario era la cabaña "El Arbolito", donde esperaban los cuatro toros que luego había que repartir en distintos parajes del Departamento San Martín.

 

A pesar de la hora, ya se notaba que iba a hacer calor. Apenas un bucito liviano para pasar esos primeros momentos era suficiente, incluso cuando bajamos en el establecimiento de la familia Salvagno, donde esperaban padre e hijo con los animales listos para cargar. La compra de los toros la había hecho el Ministerio de Producción en la Exposición Rural de Villa Mercedes, apenas una semana atrás. El ministro Sergio Freixes en persona eligió los ejemplares en esa jornada, donde desfilaron muchos toros de calidad. Por las características de la zona de destino, fueron todos Aberdeen Angus, tres negros y un colorado, porque los productores pueden elegir la raza e incluso, si se puede, el color.

 

El anfitrión fue Alejandro Salvagno, quien sale a recibirnos mientras su papá Ernesto camina por el corral, tratando de apartar los toros del resto del plantel de machos, para ir facilitando la tarea. “Me pone muy contento que toros criados en este campo terminen en manos de pequeños productores que necesitan mejorar su genética.

 

Nosotros empezamos bien de abajo y ahora certificamos nuestros animales en la Asociación Argentina de Angus, en el ámbito rural, si uno pone ganas, esfuerzo y trabajo todo se puede”, asegura este veterinario, quien había llevado por segunda vez un rodeo a la Expo de la Sociedad Rural Río Quinto, quien también elogió el Plan Toros: “Es una herramienta muy valiosa, porque brinda beneficios que de otra manera nunca llegarían a criadores de lugares tan alejados y con tan pocos medios”.

 

Las instalaciones de "El Arbolito" son de primera, por lo que no cuesta mucho guiar los toros hacia la caja del camión. Son animales con genética que viene de la cabaña "El Porvenir", del cordobés Rubén Macagno, más lo que agrega la inseminación artificial de Ciale y ABS. Históricamente hicieron Angus negros, pero en los últimos tiempos agregaron colorados con buen suceso. La sanidad está asegurada, porque la hace el propio Salvagno en su condición de veterinario.

 

 

Rumbo a San Martín

 

Ya con los toros en el camión, hubo que cruzar Naschel por el medio del pueblo y tomar la ruta provincial Nº 22, que desemboca en Paso Grande, en el cruce con la ruta Nº 2. De allí a la derecha rumbo a las alturas del Departamento San Martín, lo que proporciona un paisaje de ensueño mientras el sol ya toma posesión del cielo con firmeza. El calor aprieta, pero lo mejor está por la ventanilla, con colores cambiantes que van del amarillo (no llueve en San Luis desde hace demasiado tiempo) al verde en algunas pampitas en las que se divisan bovinos pastando. Todo con un contorno serrano que da cuenta de que vamos subiendo mientras nos acercamos a Las Chacras y, más allá, a la capital departamental.

 

El primer destinatario es Mario Bessone, un joven productor (35 años) que tiene el campo en el difuso límite entre La Toma y Naschel, porque hay que dejar la cinta asfáltica por un camino vecinal a la izquierda, apuntando hacia donde, mucho más allá, está la autopista Nº 20 que habíamos tomado bien temprano.

 

Bessone, para evitar equívocos, nos esperaba en la ruta, apoyado en una desvencijada Falcon rural que sin dudas conoció tiempos mejores, pero él sabe que nunca lo va a dejar a pie porque es un vehículo noble. Está vestido con una camisa de trabajo con el logo borroneado de una empresa puntana, pantalón con huellas de grasa y unos borcegos con muchos kilómetros recorridos. Es un hombre afable, al que se lo nota agradecido por la oportunidad que le dieron de ingresar al Plan Toros. Lo destacamos en estas líneas porque no siempre pasa lo mismo.

 

Su establecimiento se llama San Francisco y son 216 hectáreas con mucho monte, a 15 kilómetros al norte de La Toma. Allí apenas hay espacio para hacer un poco de agricultura, que invariablemente terminará en el rumen de las vacas. Algo de maíz y sorgo, aprovechando el clima benigno de una zona en la que llueve lo suficiente de octubre a marzo como para tener forraje, e incluso hacer alguna reserva para los meses más duros.

 

 

 

Por eso se divisa, apenas ingresamos al campo, un centeno ya encañado, que oficia de cobertura verde en invierno porque a esa altura de su crecimiento resulta duro y amargo como dieta bovina. Pero combinado con alfalfa, como se divisa en otro lote, es posible luego armar algo de forraje diferido para el invierno, junto con la moha y el sorgo forrajero. “A la alfalfa no le tiro los animales encima sin más porque son selectivos y se comerían todos los brotes”, explica el productor.

 

En San Francisco hay cuatro toros y 90 vientres, que Bessone viene puliendo con la meta de llegar a tener un buen rodeo Angus colorado. “Soy racista, me gusta más que el negro, qué le voy a hacer…”, bromea, para después agregar lo que algunos comentan aunque sin un sustento científico: “Dicen que le ganan en kilaje a los negros con la misma dieta, pero no lo sé. En realidad me gustan más en lo estético también”.

 

Él fue el que pidió el único toro de ese color que hay en el camión, por lo que la misión de los apartadores del Ministerio de Producción fue sencilla. El toro se muestra remiso a bajar del camión y se atrinchera en el fondo de la caja, protegido por sus colegas negros. Con habilidad y colgados del acoplado, lo van llevando de a poco hacia el cargador portátil, hasta que finalmente accede a bajar. “El toro enfermo dio positivo a tricomoniasis”, adelanta Nicolás Frayssinet, el veterinario que hizo el raspaje y quien atiende al rodeo del productor.

 

Era un toro viejo, de más de seis años, por lo que el recambio es a todas luces un gran avance para la genética y la productividad del establecimiento.

 

“Es un plan sensacional para nosotros, sería imposible comprar un toro de este nivel. Y además te lo traen hasta el campo sin costo, los análisis también son gratuitos, mejor imposible”, dice Bessone con satisfacción, quien se enteró del Plan Toros por su esposa, Claudia Muñoz. “Como toda mujer es inquieta y decidida, lo leyó en Facebook, averiguó todo y me insistió para que me anotara. Hoy le estoy agradecido a ella y al Ministerio de Producción”, agrega.

 

En cuanto a la venérea que afectó a su toro, cree que el problema son los vecinos que no arreglan los alambrados de sus campos. “Hay muchos animales sueltos por ahí, todos con dueño, yo creo que el toro se contagió fuera del rodeo. Tenemos que ayudarnos entre todos, porque sino se hace muy difícil”, fue su queja velada. En su campo hace servicio estacionado entre diciembre y febrero, terneros que nacen en septiembre para ser destetados en marzo o abril del año siguiente. Ahora está en búsqueda de ordenar bien el proceso y para eso será vital el nuevo toro que le entregó el ministerio.

 

En este campo ubicado en medio de un paisaje agreste y bello, el productor hace cría a pasto y vende el ternero de manera particular cuando llega a los 150 kilos de promedio. Casi siempre a engordadores que les dan terminación a corral antes de enviarlos a faena. “A veces voy a la feria de La Toma, pero me siento más seguro vendiendo yo mismo. Me gustaría hacer una recría y llevarlos a los 230 kilos en el campo, pero se hace difícil sin forraje. Es un paso para dar en el futuro, si la cosa mejora”, se ilusiona.

 

No le falta razón, el criador hoy es el eslabón más débil de la cadena, el único que no pudo empardar la inflación con lo que le pagan por sus animales livianos, a diferencia de frigoríficos y exportadores, que lograron esquivar el balazo mortal de la economía argentina.

 

Dice que invirtió mucho en los seis años que lleva a cargo del campo que heredó de su papá y antes de su abuelo y su bisabuelo. “Soy cuarta generación, le pongo ganas y plata todos los días para dividir los lotes, comprar alambrados y sembrar. Si esa plata la hubiera puesto en un vehículo, tendría una Toyota último modelo en lugar de la rural Falcon”, reconoce con una sonrisa a medias.

 

 

Una paleta de colores

 

Cuando dejamos a Bessone, seguimos remontando la ruta 2 hacia el norte, con proa a Potrerillos. Es tiempo de visitar a Roberto Funes, el popular "Robertito", conocido por todos en la zona. Él también nos espera con un VW Gol y la familia a cuestas en una entrada de tierra, para que la caravana no pase de largo. Es un hombre de baja estatura, morocho e inquieto, que no ve la hora de bajar el toro nuevo en un campo que alquila allí nomás de donde se produce el encuentro. El suyo propio está tres kilómetros más adelante, pero en ese tiene sobre todo cabras, ovejas y algunos caballos.

 

 

 

Al campo se accede luego de hacer un rodeo a una pista de carreras cuadreras perfectamente trillada. Luego hay que bajar por un sendero de piedras enormes (el Gol se ve que está acostumbrado) y entonces el paisaje vuelve a abrirse entre espinillos y chañares. Los bovinos los mantiene en un corral precario y son una verdadera paleta de colores. Hay varias razas: Angus, caretas, Hereford, criollas, alguna Holando por ahí perdida y llama la atención unas vacas entre blancas y grisáceas, de raza pardo suiza, muy poco común en estos tiempos, aunque Funes jura que había muchas en su niñez. Es un rodeo mínimo, con un toro aún en desarrollo y 32 vientres desparejos. “Había más de 160, pero somos seis hermanos y dividimos los animales”, aclara el productor.

 

La agricultura es casi imposible en esas laderas serranas de pura piedra, solo se ven pajonales y plantas con pinches enormes, por lo que tiene un costo agregado para armar dietas a base de maíz. Los animales, bajo el calor del mediodía, se refugian bajo unas plantas achaparradas, aunque a lo lejos se divisa un verde distinto. “Es que hay un arroyo que nos provee de agua permanente”, aclara el productor, a quien acompañan su esposa Angélica y su hijo Darío, quien a los 2 años es un demonio desatado al que no le importa rasgarse con la vegetación o la cercanía de los toros. Se nota que está acostumbrado a lidiar con ese paisaje agreste.

 

Bajar al toro fue una tarea titánica porque la manga de troncos está derruida, pero finalmente ganan los hombres y el animal baja, para enseguida pasar a pavonearse ante su nuevo harén. Vacas preñadas no hay más de tres y se nota porque no están en el corral. “Es un toro muy bonito”, se maravilla Funes, quien se propone “seleccionar las mejores hembras para hacer un plantel en serio”.

 

 

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