Default ambiental: la humanidad ya agotó los recursos para 2020

Además de la pandemia de coronavirus, este año se produjo otra mala noticia a nivel mundial: el pasado 22 de agosto se decretó el default ambiental. Según la organización internacional Global Footprint Network (GFN), que cada año realiza este informe, la humanidad ya consumió todo la que la naturaleza provee para este año, cuatro meses antes de que finalice 2020.

Pero este resultado en Argentina fue mucho peor porque, según GFN, el viernes 26 de junio agotó todos los recursos naturales disponibles para este año. “Nunca antes en la historia llegamos a esta fecha de deuda ecológica tan temprano”, advierten los especialistas de la ONG y la Fundación Vida Silvestre, que colabora con la recolección de estos datos a nivel nacional. Manuel Jaramillo, director general de esa fundación, alertó que “el precio que estamos pagando por esto es la inequidad social, que los wichis no tengan agua, la sobrepesca o la necesidad de más fertilizantes porque los suelos están cada vez más degradados”.

La organización GFN sostiene que “esta fecha es un indicador de la presión sin precedentes que las actividades humanas están ejerciendo sobre los recursos naturales. Al ritmo que consumimos, la cantidad de recursos y servicios del ecosistema requeridos para abastecer nuestras necesidades equivalen a 1.6 planetas Tierra, esto significa que estamos usando un 60 por ciento más de recursos de lo que los ecosistemas de nuestro planeta pueden regenerar en un año”.

Consultado sobre este tema, el jefe del Programa Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible del Gobierno provincial, Ariel Szklarek, dijo que “el día del default ambiental nos obliga a replantearnos nuestros hábitos de consumo porque les estamos exigiendo a los ecosistemas mucho más de lo que nos pueden brindar. En el Gobierno de San Luis —afirmó— llevamos adelante una serie de acciones en pos de la conservación y con el fin de minimizar el impacto ambiental”.

También recordó que la provincia dispone de cuatro plantas para tratamiento de residuos operativas: “El Jote” (región noreste), “Peuma” (región centro este), “La Jarilla” (región noroeste) y la “Metropolitana” (región metropolitana), “en las que diariamente se tratan los residuos urbanos para poder tener un alto porcentaje de recupero de materiales reciclables y reutilizables”. Además, indicó que “con el fin de restablecer el equilibrio ecosistémico y garantizar los servicios ambientales, se llevan adelante trabajos de restauración ambiental en ecosistemas afectados por los incendios forestales y por otros procesos erosivos”.

Asimismo, señaló que un claro ejemplo de la problemática en los hábitos de consumo y de producción es lo que sucede en la zona de Emergencia Ambiental de la Cuenca del Morro: “Allí, la tipología de producción aplicada durante un largo período, sumada al cambio climático, llevó a que se desequilibre el ecosistema, generando un desbalance hídrico que provocó anegamientos y cárcavas, con el consecuente desplazamiento de suelos y los riesgos para las poblaciones vecinas”.

El ingeniero agrónomo y doctor en Biología Esteban Jobbagy aclaró que él no es tan seguidor de estas métricas sobre default ambiental porque, según explicó, “la realidad es más compleja y estos cálculos pueden cambiar mucho según el consumo o la producción de cada país”.

Sin embargo, analizó que “la discusión de qué hacemos con la tierra en Argentina es un debate muy vigente y está atravesado por distintos puntos de vista. Uno de ellos es cómo impacta en nuestro ambiente lo que hacemos con la tierra. Y otro, más filosófico, es cómo queremos vincularnos con la tierra. Si queremos que más gente la trabaje o si mantenemos la tendencia de volcarnos a las ciudades”.

Para poder entender la tensa relación que hoy existe entre la humanidad y los recursos naturales, el investigador de la Universidad Nacional de San Luis explicó que “la pandemia nos genera dudas sobre un montón de cosas y una de ellas es que nos trae muchos cambios respecto a cómo podemos trabajar nuestra tierra. El viejo mundo planteaba que la inmensa mayoría de las personas vivía de lo que cultivaba: los alimentos, y la gente no viajaban lejos. Esto es algo que en algunos lugares del mundo se mantiene como en las comunidades andinas de Sudamérica. En el continente africano es más claro todavía, porque la gente vive donde están los cultivos de los cuales se alimenta. En ese viejo esquema la comida animal jugaba un papel minoritario”.

Pero aclaró que “al nuevo mundo lo empezamos en América porque en regiones enteras se cultiva para alimentar a otros, y donde las personas y los alimentos cruzan los océanos”. Y señaló que “ahora lo que tenemos es un embudo en el que el territorio destinado a producir para abastecer el consumo de centros distantes está expuesto al flujo intercontinental de trabajadores, además del capital y los bienes”.

Jobbagy dio otro dato inquietante respecto de esta actualidad: “Hoy en el mundo es mucho mayor la cantidad de biomasa que suman los animales para comer, que los seres humanos y los animales silvestres. El resultado de esto es que al uso fenomenal de combustibles fósiles, que generan emisiones de gases de efecto invernadero, se sumó otra porción que la generan las actividades agrícola y forestal, que son las que tienen que ver con el uso de la tierra”.