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El ciclo dañino y destructivo de la violencia psicológica

Un informe de la Corte Suprema de Justicia indica que de 10.919 denuncias recepcionadas en pandemia, el 96% la sufrió. Indican que conocer sus procesos y acompañar son claves la víctima.

Por Raquel Wolansky
| 05 de diciembre de 2021
Acompañamiento. Recomiendan no dejar sola a la víctima por más que mantenga el vínculo con el agresor.

Un informe de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia indica que de 10.919 denuncias recepcionadas en pandemia, el 96% la sufrió. Conocer sus procesos y acompañar son claves para ayudar a la víctima.

 

Reacciones desmedidas y sorpresivas, celos excesivos, llamadas o mensajes a toda hora, control de la vestimenta, falta de espacio personal, gritos, chantajes y manipulación constante. Estas y muchas más son formas de violencia psicológica, tan silenciosa y cotidiana pero a la vez destructiva y difícil de exteriorizar. Es, en definitiva, el paso previo a la violencia física y su extremo: el femicidio.

 

Un informe reciente de la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, difundido en el contexto del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, señala que recibieron 10.919 denuncias de violencia durante la pandemia, siendo la psicológica la que se dio en prácticamente todos los casos, el 96% en total, seguida por la física, en un 61%, y la simbólica, en el 47%.

 

Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la poco identificada violencia psicológica? La que se encuentra contemplada en la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres y que es definida como la que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal, o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación y aislamiento, entre otros amedrentamientos.

 

 

La violencia psicológica se puede denunciar y está enmarcada como delito por la Ley 26.485.

 

 

“Toda esta serie de situaciones van generando un daño duradero y permanente en la persona que es víctima de esta situación, que no es tan fácil de identificar como la violencia física, pero lo que sí se puede aseverar es que siempre que hay presencia de violencia física anteriormente hubo psicológica”, explicó Melina Merello, jefa de Subprograma Intervención y Protección de Género perteneciente a la Secretaría de la Mujer, Diversidad e Igualdad.

 

También de la Secretaría de la Mujer, la abogada María Elena Aparicio indicó que como señaló este informe de la Corte Suprema, quedó más que evidenciado y acreditado que durante la pandemia estos casos aumentaron, dejando al descubierto una situación en la que muchas de las familias tuvieron que pasar a estar las 24 horas de los siete días de la semana encerrados en un mismo domicilio. “La violencia psicológica es una de las más nocivas, porque realmente lo que logra en el otro es el aniquilamiento del ser humano en sí. Es además la violencia que más cuesta identificar, porque es la que no deja marcas y la más difícil de recuperar, porque después del trabajo de los profesionales y del entorno de la víctima, para fortalecerla y empoderarla, muchas veces vuelve a caer en esta misma situación”.

 

Las dos profesionales coincidieron en resaltar que la información y el acompañamiento son las claves para detectarla a tiempo y lograr la asistencia. “Por eso son tan importantes los talleres en las infancias y en la adolescencia para identificarla. Y desde los organismos, como la Secretaría, tratar de individualizar, sacarla a la luz y así, desnaturalizarla. Generalmente la violencia física comienza con la psicológica, entonces si nosotros llegamos de manera temprana podemos evitar otras violencias”, expresó Aparicio.

 

Melina Merello explicó que esta violencia cumple un ciclo con etapas bien definidas, con signos de alarma que se detectan en la vida cotidiana, como los micromachismos que se presentan a diario de maneras sutiles, muchas veces imperceptibles, y que son el ejercicio de poder de este hombre sobre la mujer, al decirle, por ejemplo, que no a ciertas actividades o de prohibirle la posibilidad de realizar ciertas acciones por su género.

 

 

El ciclo de la violencia

 

“En esto tenemos que entender que para llegar a ejercer la violencia física, la mujer que está en situación de violencia psicológica se encuentra dentro de un ciclo de violencia que tiene diferentes etapas. Un primer momento, que es una etapa de tensión, donde en el comienzo de la relación se muestra lo más lindo, pero inmediatamente empieza a entrar esta tensión, en la que el hombre va acumulando enojos e ira, y comienza a burlarse de ella, a humillarla, ridiculizarla y en otras ocasiones minimiza lo sucedido diciendo ‘no es para tanto’ o ‘yo me pongo así por tu culpa, porque vos no me entendés’, y se van incrementando la agresividad y la irritabilidad”.

 

Y continúa: “Así se va produciendo un plan estratégico, que es ir aislándola de su grupo de sostén con frases como 'cada vez que te juntás con tu hermana te llena la cabeza' o 'cuando estás con tus amigas volvés con ideas raras'. Todas manipulaciones que afectan su estado de ánimo y que la llevan a evitar los encuentros con sus afectos para evitar malos ratos y así van ejerciendo el control del aislamiento, afectando directamente en la autoestima”.

 

Superada esta etapa de tensión, llega la etapa propiamente de agresión, en la que la tensión comienza a incrementar hasta el momento de “descarga o explosión”, donde —explica Merello— el varón pierde el control y agrede físicamente: “Se desata la violencia física o ambiental: no te pego pero rompo un plato, te amenazo, me descargo en una mascota. Es decir, puede haber otras agresiones que no son directamente la violencia física, pero la mujer siente mucha impotencia, dolor y la imposibilidad de explicar lo que sucede. En general, este es el momento indicado para acercarse a pedirnos ayuda a la Secretaría, porque después de la etapa de explosión se suspende la violencia y el agresor muestra un gran arrepentimiento, con promesas de cambio, con regalos, atenciones o proyecciones como hijos o viajes, al tiempo que tenemos una mujer inmersa en este control y manipulación, con grandes sentimientos de culpa”.

 

Ante esta situación, Merello indica que las personas cercanas tienen que entender este proceso, reconocer que hay una mujer con su autoestima rota, que cree que no va a poder seguir sin esa persona al lado y que justifica muchas de sus reacciones, por lo que regresa a ese círculo dañino con fases de calma cada vez más cortas y creyendo que no puede pedir ayuda porque sus vínculos, ya alejados, no le creen.

 

 

La violencia psicológica logra en el otro el aniquilamiento del ser humano en sí.

Acompañamiento

 

“Ante este contexto, las amigas o la familia tienen que transmitirle que siguen acompañando, respetando los sentimientos, las decisiones y entendiendo estos ciclos, que no siempre tienen los mismos tiempos. Informarse para transmitirle los riesgos, los recursos a los que puede acceder, ofrecer espacios de escucha, no juzgar más allá de saber que está mal, orientar y en caso de que pueda y quiera, hacer la denuncia. El rol que cumplen estas personas es importante, pero no puede sustituir centros especializados; las víctimas tienen derecho a recibir tratos dignos y solicitar medidas de protección para su seguridad”, agregó Merello.

 

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