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Finca "La Vivi", para disfrutar un día de campo con buena comida, animales y plantas

Está ubicada a un costado de la ruta provincial N° 1 al 815, a pocas cuadras del centro de Merlo.

Por redacción
| 17 de febrero de 2021
Día de campo. En Finca "La Vivi" se puede desayunar, almorzar o merendar. También, avistar animales o visitar un vivero con gran variedad. Fotos: Nicolás Varvara.

Viviana padecía una bronquitis persistente y, por recomendación de su médico, una buena opción para mejorar su salud era vivir en un lugar como Merlo, donde, se sabe, el clima es más que favorable. Fue entonces cuando su padre, el arquitecto Dardo Galacho, de a poco conoció la villa turística y mantuvo contacto con el linaje ilustre de la ciudad, como lo fue el caso de "Pepe" Mercau (bisnieto del coronel Nicasio Mercau, uno de los hombres prominentes de los primeros años de la localidad) y del intendente Julio Falco, para comenzar a trabajar de a poco en su finca, desde 1969.

 

 

Dedicado a la docencia por 21 años en la Universidad de Buenos Aires, pero también con asesorías en distintos municipios de la provincia bonaerense y hasta la propia villa turística, a los 65 años Dardo tuvo que jubilarse, a principios de los 90. Pero en su horizonte ya tenía en vista la finca.

 

Ubicada a un costado de la ruta provincial N° 1 al 815, a pocas cuadras del centro de la localidad, el arquitecto comenzó con un vivero (hoy quizás uno de los más grandes de la provincia) y luego con un comedor, que se acerca a los 30 años.

 

Dardo explica que Finca "La Vivi" busca replicar la experiencia de la vida en el campo y, por eso, ofrece comidas autóctonas de elaboración propia, un espacio con más de 500 especies nativas y exóticas de plantas, y un criadero de ovejas, cabras, aves y llamas, que se pueden visitar a diario.

 

"La invitación es a que vengan a conocer un lugar que es completamente distinto, un complejo de producción en miniatura, hecho para aprender y vincularnos de nuevo con la naturaleza y con nuestro pasado inmediato", reflexionó el socio gerente de 87 años.

 

 

 

Desde el ingreso se puede ver la impronta tradicional. El edificio principal —de tejas rojas y paredes blancas con arcos, donde están la cocina y el comedor, de amplia capacidad— toma como inspiración los cortijos de la provincia de Huelva, España, donde nació el Marqués de Sobremonte, fundador de Villa de Merlo. Frente al comedor hay un espacio al aire libre de sillas y mesas de madera plegables, manteles blancos y un estanque con peces anaranjados.

 

El menú incluye desde medialunas y pan casero para desayunos y meriendas, a queso de cabra, dulces y miel fabricados en el mismo lugar bajo la marca "Solares de Merlo". El plato predilecto es el chivo, hecho a la cruz o al disco, aunque también se puede optar por empanadas de carne cortadas a cuchillo o pastas caseras como sorrentinos y ñoquis.

 

La entrada consta de pequeños cuencos con queso de cabra sazonado, berenjena y chivo al escabeche, para dar paso luego a empanadas al horno, en su punto justo, ni demasiado secas ni tan jugosas, con cebolla y morrón. Otra opción es el pollo al disco, que tiernizado por el fuego a las leñas se mezcla con los sabores de las verduras y es acompañada por papas cortadas en hojas. También se pueden pedir borrachuelos y pestiños, masas dulces fritas, recetas de las que disfrutaban los españoles que vinieron a Argentina. "Buscamos volver a los viejos sabores, no usamos aromatizantes ni ningún aditivo", aseguró.

 

Otro de los atractivos es el gran vivero que tienen a pocos metros del comedor. De 1.500 metros cuadrados, consta de varios invernáculos y sombráculos, en los que cultivan más de 500 especies y 750 variedades nativas y exóticas. El lugar provee de ejemplares a municipios como Villa de Merlo y hoteles, y además de plantas autóctonas como el aguaribay y el algarrobo, tienen algunas curiosidades como bonsáis de ombú y alcaparras. Esto sin descuidar los cada vez más populares cactus, aromáticas como lavanda y espacios destinados para cítricos, frutales y vides. Son, asimismo, representantes de Los Álamos de Rosauer, gran productora de rosales de la Argentina y el mundo.

 

Si los visitantes no son muy afectos al reino vegetal, pueden optar por la visita a los animales. En otro sector de la finca hay ovejas, cabras, burros y aves como faisanes, pavos reales, gallinas y patos.

 

Pero hay otro punto fundamental que el espacio busca fomentar, y es el de la educación. "Yo hice la escuela primaria, secundaria, universidad y maestría en la universidad pública. Puse el cuerpo, pero a los fondos para eso los puso el contribuyente, por eso el acceso y visita son totalmente gratuitos, y algunos cursos que hacemos también son sin costo", describió.

 

Con el pasar de los años han realizado cursos de poda de rosales, fotografía, cocina autóctona, cerámica y artesanías. A su vez, han generado vínculos con la Universidad Nacional de San Luis, con la que firmaron convenios de prácticas con la Facultad de Turismo y Urbanismo; y con la Nacional de los Comechingones, para la que ofrecen un servicio de comedor para estudiantes. También con el INTI, con el que realizaron el año pasado una capacitación en producción quesera artesanal.

 

Acercándose a los 88 años, Dardo quiere seguir ampliando su finca. Hoy sus empleados trabajan en la construcción de una planta de producción piloto de dulce de leche y queso, que podrá visitar el público. "Lo que pretendemos es que se construya una zona de producción de derivados de la leche (de cabra, oveja y vaca) en el lugar y que sea de primera calidad", adelantó. La finca no solo busca mantener la tradición, sino consolidarla.

 

El vivero abre sus puertas de 9 a 19, y puede solicitarse información al WhatsApp 2665139838. Mientras que la confitería en verano atiende de 8 a 20, y recomiendan realizar una reserva previa al 2656 410025.

 

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