La camerata vocal Da Capo presentó "Amor por las raíces"

No era una parada menor la que tenía por delante la camerata vocal Da Capo con “Amor por las raíces”, el espectáculo que estrenó el sábado en la sala "Hugo del Carril". La nueva propuesta representaba, nada más y nada menos, que el salto de una órbita de música culta, sacra, académica, clásica y hasta elitista a las arenas populares, más comprensibles y digeribles.

A juzgar por la buena convocatoria, los aplausos de la gente y la performance del coro, los resultados fueron los esperados. El pedido de los bises cuando se terminó el programa (siempre tan estanco en los espectáculos corales) fue uno de los indicios del nivel del concierto, que duró apenas poco más de una hora. Sin más obras preparadas, el grupo tuvo que repetir una de las piezas que brindó en la noche para complacer a sus seguidores.

Bajo la dirección de Pablo Eggarter, Da Capo armó un espectáculo de altísimo nivel que reparó en algunas obras folclóricas de diversos ritmos (chacarera, cueca, huella) para congraciarse con la popularidad. El inicio con la emocionante “Serenata para la tierra de uno”, de María Elena Walsh, presagiaba una seguidilla de autores reconocidos y clásicos del repertorio nacional.

Sin embargo, fiel a su distinguido estilo, la agrupación no cayó en las tentaciones de reversionar a los íconos más conocidos del género, sino que buceó en compositores escondidos que dejaron, eso sí, obras de increíble belleza.

Ismael Guerrero y “El sueño de la vendimia”; el recientemente fallecido Eduardo Correa y la estupenda “La huella del peregrino”; la cubana Beatriz Corona, una de las directoras de coro más importantes de habla hispana; y el mendocino Ricardo Mansilla, una gloria en la adaptación de ritmos folclóricos al lenguaje coral, fueron algunos de los autores homenajeados en la noche.

De idéntica calidad compositiva, aunque con más arraigo entre los cultores de la música de raíz, Gustavo “Cuchi” Leguizamón no podía estar ausente en un encuentro de folclore de alto nivel musical. “La zamba del laurel” fue notablemente interpretada en soledad por Abelardo Saravia, integrante de la camerata, dueño de una extensa trayectoria solista y a cargo de la percusión en la banda que acompañó al coro.

Allí hay una de las razones por las que Da Capo emerge entre las agrupaciones corales de la provincia: la suma de sus partes es un todo que incluye a cantantes reconocidos por sus carreras en paralelo. El tenor Edgardo Casirola es otro ejemplo de la calidad de los integrantes.

Vestidos íntegramente de negro, con pañuelos azules o blancos al cuello, los 30 componentes de Da Capo conjugaron sus voces en un espectáculo que merece más presentaciones, pero también más canciones con esa norma.

Sobre el final de la noche, el grupo amasó sus pretensiones y se volcó a autores y canciones más reconocidas, una etapa que incluyó “Zapata se queda”, de Lila Downs, “De nuevo a San Luis”, himno a la provincia que dejó el gran Luciano “Chango” Arce, y la despedida con “Chacarera del rancho”, escrita y cantada por Los Hermanos Ábalos, pero ya parte de un listado de canciones tan populares que los autores se perdieron entre todas las versiones que tiene, algunas olvidables, otras inolvidables. La de Da Capo se inscribe en esa segunda opción.

Redacción/MGE