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Vomitando flores

Con Edu Schmidt como atractivo central de la grilla musical, otros humos llamaron la atención de la gente.

Por redacción
| 26 de julio de 2022
Aplausos de rendijas cerradas. Con una banda improvisada y un público distraído, el excantante y compositor de Árbol logró algunos reconocimientos en suelo puntano. Foto: Inés Cobarrubia.

Contra los molinos de viento de la industria musical, Edu Schmidt mantiene una carrera que trascendió Árbol, su banda inicial, y que persigue el objetivo —tozudo, cual Quijote de Morón— de enseñar el camino de la canción. Un detalle que se vio en el breve show que dio como parte de la feria Ritual Picnic en Comuna escribió una página más de ese manual. En un momento, el cantante pidió de entre el público a un guitarrista que supiera tocar los acordes Do y Sol, los más básicos de la escala musical. El baterista, quien también surgió del público y al que había conocido una canción antes, estaba sentado en su lugar.

 

Dos temas después, que sonaron con la dosis justa de desprolijidad y salvajismo, el músico dio la lección que grafica su carrera: no hace falta tanto ensayo, no tiene que sonar todo perfecto para que la música se desarrolle. “Soy de la época en la que hacíamos canciones, por ahí está un poco olvidado todo eso”, dijo, tras armar un trío provisorio de guitarra, batería y violín.

 

Pese a que es un reconocido músico en la escena nacional, Schmidt fue un número más (ni siquiera el de cierre) de la grilla anunciada para la feria. Y como para minimizar aún más su participación, los espectáculos musicales no fueron el mayor atractivo del encuentro, destinado a la cultura cannábica.

 

Cinco mesas ubicadas al costado del salón, sesiones de cata del producto y todo lo necesario para la fumarola fueron en varios momentos de la tarde objetivos más preciados por el público que se acercó a Comuna que los recitales.

 

Con las propuestas de Lumila y Elipses apenas atendidas por la gente en el inicio de la tarde, a las 20:30 subió Edu, quien tuvo que poner todo su oficio para conseguir los aplausos y la participación de los espectadores. Aunque, por supuesto, estuvieron quienes a la sombra de la banda que fundó en el segundo lustro de los 90 cantaron los temas, armaron una ronda en la boca del escenario y respondieron a los pedidos del cantante.

 

El show, de poco menos de una hora, fue un repaso por los clásicos de Árbol —”Pequeños sueños”, “El fantasma”, “Soylazoila”, “Trenes, camiones y tractores”, “La vida”—, que aún sin la frescura de cuando fueron editados motivaron al grupo seguidor; y algunos temas de su etapa solista que llegan a otros géneros apartados del rock como la chacarera (“El enroscao”) y el tango (“Cemento”).

 

El esfuerzo que requiere ir de la guitarra al violín y de allí a marcar el ritmo a la batería fue encarado por Schmidt con dos referencias en su set a León Gieco, una a Divididos, otra a Viejas Locas y, finalmente, una a Bob Marley, todas claras influencias en su carrera.

 

Tras el show de Edu, el mendocino Toby Deltin subió al escenario con su numerosa banda —que incluyó trompeta y trombón a vara— para mostrar sus canciones tan dulzonas como el aire que se respiraba en el ambiente. Como sucedió con Camioneros, la banda que cerró, dio la impresión de que los músicos merecían otra atención por parte de la gente, más atenta a otros humos y a otros viajes.

 

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