SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Maxi Cruceño, el puntano que combate incendios en Argelia

Su amplia trayectoria como piloto comercial lo ayudó a convertirse en rescatista y trabajar a 12 mil kilómetros de casa.

Por redacción
| 31 de agosto de 2023
Por el cielo. Tras volar en líneas aéreas, Cruceño ahora sofoca las llamas. Foto: Gentileza Maxi Cruceño.

Es un enamorado del cielo. Le encanta abrazarse a las nubes y no cabe duda que los aviones son su pasión. Pero la realidad indica que el puntano Maximiliano David Cruceño, lo que prefiere es ser rescatista, llevar miles de litros de agua en sus aviones y con ellos luchar cara a cara contra el fuego, machacar voraces incendios forestales, sean en Sudamérica o África. Hoy está en Argelia, donde casi a diario vuela por distintas regiones para ayudar a los bomberos de ese país. En una pausa de esa faena, el muchacho oriundo de Justo Daract, atendió a El Diario de la República y además de contar su historia, reflejó lo que significa vivir de una profesión de riesgo que, poco a poco, lo lleva a conocer el mundo.

 

“Tengo 35 años, nací en la ciudad de San Luis, pero a las pocas horas ya estaba en mi casa de Justo Daract. Luego, 5 años más tarde, mi familia se mudó a Villa Mercedes. Crecí en el barrio 828 Viviendas, tengo muy lindos recuerdos de mi infancia y adolescencia allí. Hice la primaria en la General Pedernera y la secundaria en la escuela de la V Brigada Aérea, en Villa Reynolds”, describió Maxi en el inicio de la charla.

 

 

—¿Cómo nació tu pasión por los aviones?

 

—Nació desde muy chico. Mi familia me cuenta que de muy pequeño ya andaba jugando con avioncitos de juguete. Mi abuela me cuenta lo mismo. Solo tenía un tío lejano que era piloto, pero ni lo conocí. Digamos, nací con esa pasión, que fui descubriendo a medida que crecí. Pero haber vivido en Villa Mercedes me ayudó mucho. Ir al colegio de la V Brigada Aérea, estar en contacto con aviones todos los días ayudó a despertar esta pasión por la aviación. En casa somos tres hermanos. Soy el mayor, me siguen Candela e Ignacio. Él también es piloto comercial e instructor de vuelo. Ahora está comenzando a dar instrucciones en la Escuela de Vuelo de San Luis .

 

Yo comencé a volar en 2004, en el aeroclub de Villa Mercedes. La primera licencia de piloto se llama Piloto Privado de Avión. Hice la mitad de esa licencia y tuve que irme a Río Cuarto hasta que terminé esa licencia. Tengo recuerdos muy lindos del que, para mí, fue mi gran instructor de vuelo, Carlos Carvajal. Siempre estamos en contacto y hablamos. Todo el tiempo le agradezco. Él me enseñó las técnicas y conocimientos que aplico.

 

 

—¿Cómo fuiste subiendo escalones hasta llegar a ser, primero, comandante y volar en líneas aéreas y luego, combatir incendios en Chile y Argelia?

 

—En Argentina hay distintas licencias, es todo un paso a paso, como ir subiendo escalones. Están las licencias que te habilitan a hacer fumigaciones, aeropicadores, otras a combatir incendios forestales y también las llamadas comerciales de primera clase y de piloto de transporte de línea aérea, que es la licencia más alta. Esa te habilita a ser comandante en una línea aérea. Son escalones que se superan pasando horas de vuelo. En mi época no había una escuela de vuelo como ahora, que es algo valioso. Tuve que formarme en Buenos Aires, Rosario, La Pampa, Córdoba. Según la licencia que quise obtener, tuve que buscar la escuela de vuelo para eso.

 

Mi gran salto fue a fines de 2013, principios de 2014. Surgió un llamado muy grande en Panamá. Convocaban pilotos para ingresar a Copa Airlines, una línea aérea de bandera panameña. Apliqué y quedé seleccionado. Superé los exámenes, aprobé y viví 4 años en Panamá. Comencé a volar como copiloto de Boeing 737. Fue una experiencia hermosa. Ingresé a una línea aérea internacional y tuve la posibilidad de volar en 31 países de América. Desde Argentina hasta Canadá. Tuve la posibilidad de aterrizar en lugares que nunca imaginé como la isla de Saint Martin, famosa porque los aviones pasan muy cerquita de la playa, aterrizar en aeropuertos como Nueva York o el JFK en Los Ángeles. Son lugares muy significativos para un piloto.

 

 

—¿Cuándo volviste a Argentina?

 

—Decidí regresar para convertirme en comandante en mi país y lo logré gracias a la empresa Flybondi. Con otros tres pilotos fuimos hasta Singapur a buscar sus primeros aviones. Pude cumplir esas metas personales, pero me quedaba pendiente combatir incendios, volar un avión hidrante. Y luego de la pandemia tomé la decisión de ir por ello y tuve la posibilidad de ingresar a Aaxod, una empresa grande de Sudamérica que se dedica a combatir incendios forestales con aviones de última generación. Es muy gratificante llegar a un incendio, hacer el lanzamiento y ver que, cuando el agua llega al foco, el objetivo se cumplió. Es gratificante, muy emocionante. Es un trabajo en equipo en donde el incendio se combate desde tierra y desde el aire. Los brigadistas de tierra lo dan todo contra el fuego, los respeto y admiro. Con muchos de ellos tengo un vínculo, una amistad, ellos están junto a nosotros. Somos un equipo. Tanto en Argentina, Chile o Argelia.

 

Los aviones que vuelo actualmente son Air Tractor 802, un avión que viene equipado y diseñado específicamente para combatir incendios forestales. Nos brindaron una capacitación de un mes de teoría y entrenamiento en el avión; comencé y descubrí una actividad apasionante muy distinta a la que venía realizando. Allí, a principios de este año, tuve la posibilidad de ir a Chile, ahora vivo una gran experiencia. Nunca me imaginé en mi vida que iba a volar en Argelia. Tuve la posibilidad de venir con esta empresa en junio, tras traer los dos aviones en vuelo desde Argentina hasta acá. Fueron 8 horas y media de vuelo con una aeronave de un solo motor, cruzamos todo el océano atlántico con lo que eso conlleva. Fue un gran desafío. La tarea aquí es fantástica. Estamos en la ciudad de Annaba y tuvimos incendios casi al inicio del desierto del Sahara y otros al lado del mar Mediterráneo. Siempre volamos los 2 aviones juntos, en formación, junto a mi compañero también argentino, cordobés. A veces nos preguntamos con mi compañero si alguna vez nos imaginamos algo así y la respuesta es ‘jamás’. Yo crecí en Villa Mercedes y sé que la aviación me trajo hasta acá, para mí esto es alucinante. En Argelia las ciudades son alejadas, pero muy pintorescas, con mucho contraste. Su cultura es muy diferente a la nuestra, pero el argelino es muy hospitalario, muy amable. Son respetuosos, educados. Ellos te hacen sentir como en tu casa. Estoy a 12.000 kilómetros de mi casa, pero no lo siento así. Ellos te brindan lo que necesites. Me impactó su cultura y la calidez humana que tienen. Y su gastronomía es fabulosa, cocinan rico, con distintos ingredientes y especias maravillosas. También les gusta mucho la pizza. Otra cosa que notamos es la religión, son muy creyentes y practicantes, pero respetuosos de las creencias del resto.

 

Son muy fanáticos del fútbol, entonces cuando decís que sos argentino todos dicen '¡Messi, Maradona!' Es algo increíble.

 

Una pausa. Maxi, durante un paseo por Annaba, la ciudad en donde vive. Foto: Gentileza Maxi Cruceño.

 

 

—¿Qué extrañás de tu casa, más allá de tu familia?

 

—Lo que uno más extraña son las cosas sencillas. Tomar un café en la peatonal, con mi familia o mis amigos. Comer un asado con ellos. La aviación, desde que tengo 19 años, me hizo vivir experiencias maravillosas. Uno siempre extraña, pero mi trabajo me ayudó a valorar las cosas sencillas, compartir con la familia y los amigos. De todos modos, la vuelta a casa está cerca. Los primeros días de noviembre estaré por San Luis.

 

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