Las canciones sin mentiras de "Rata blanca"

“¡Qué buen lugar se mandaron, la puta madre!”. Sorprendido por la magnitud del Cine Teatro San Luis, Adrián Barilari, vocalista de “Rata blanca” eligió un elogio al escenario para iniciar su diálogo con el público puntano. Después de esa primera frase, la relación entre espectadores y cantante fue sumando temperatura.

“Rata Blanca” volvió a la provincia y revalidó el cariño de un público numeroso, agitado, cercano y perseverante tras 35 años de carrera. El heavy metal clásico interpretado de manera magistral y honesta por el quinteto es la razón de un seguimiento tan férreo.. 

El Cine Teatro transformó su estética habitual y se convirtió en un caldero rockero que tuvo tachas, cuero, tatuajes y hasta música en la entrada de calle Justo Daract impuesta por un grupo de jóvenes que instalaron sus equipos y amenizaron la espera. Hasta un vendedor de choripan, habitualmente ausente en el Cine Teatro por el estilo del shows que se presentan, aportó colorido popular a la noche del sábado.

Adentro, la banda recorrió parte de su discografía y, tal lo prometido, mostró algunas canciones nuevas entre las que se destacaron “Hijos de La tempestad”, que describe un tema actual desde su lírica, y “Rock is rock”, que demostró la vigencia metalera del grupo. Ambas fueron estrenadas a finales del año pasado en el recital en el Luna Park. 

Esas interpretaciones se mezclaron con algunos reconocidos por los fanáticos como “Volviendo a casa” y “Guerrero del arcoiris”; y los clásicos de siempre como “Mujer amante”, “Aún estás en mis sueños” y “La leyenda del hada y el mago”.

Desde todos los costados del escenario la respuesta del público fue de excitación constante. Y las palabras de Barilari fogonearon esas llamas. “Venimos de Mendoza y San Juan donde tomamos mucho vino, pero esperamos en San Luis seguir tomando más”, dijo ante la explosión vitivinícola de sus seguidores.

Hace años que “Rata Blanca” funciona arriba del escenario (y posiblemente abajo también) de la misma manera: por un lado la guitarra prepotente de Walter Giardino, virtual líder musical del grupo y dueño de las decisiones finales; y por el otro la voz impactante de Adrián, que toma conscientemente un cómodo segundo plano y cede de protagonismo para que las cosas estén en paz.

Entre ambos integrantes hubo poca interacción (apenas en un par de temas Bailari le acercó el micrófono a Giardino para que hiciera los coros) y sobre cada final de tema cada uno se fue del escenario por los costados opuestos.

No quiere decir eso, de ningún modo, que los integrantes estén distanciados ni que el futuro de “Rata blanca” corra peligro; simplemente es una forma de actuar que llevan con éxito hace más de tres décadas y que se selló el sábado -en la última acción del show- con un apretón de manos entre ambos y la despedida por los extremos contrarios del escenario. 

El resto de la banda (entre lo que se destaca el notable tecladista Danilo Moschen) hizo su aporte de alta calidad y armó la base perfecta para que los punteos de uno y los agudos de otro encuentren un contexto ideal.

En un momento de la noche, Giardino tuvo la infrecuente actitud de tomar el micrófono y dirigirse al público. Además de agradecer el cariño, dijo que en un mundo hipócrita, sucio e intoxicado por las redes sociales y las guerras, “la música nunca miente”. Regaló con eso una de las frases del año en la música de San Luis.

La idea de una luz de amor en medio de un universo hostil es frecuente en la obra de “Rata blanca” y tiene su ejemplo mayor en el traqueteo de batería y bajo que marca el ritmo en su clásico mayor: la historia de un hada y un mago enamorados en el bosque, un resumen exacto de música potente para letras llenas de romanticismo. O, lo que es lo mismo, un poco de pureza que emerge de un mundo inmundo.