SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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El legado entre fierros y percusión: un padre, un hijo y dos pasiones que se repiten

Gastón Pascual jamás imaginó que su hijo Fernando seguiría su camino entre bujías y parches de batería. No lo empujó, pero tampoco pudo evitarlo: desde chico, Fernando vivió entre herramientas y rock, y hoy comparte con su padre los mismos oficios que lo formaron.

Por redacción
| 14 de junio de 2025
Gastón y su hijo Fernado, compartiendo la música y la pasión por los motores.

Solo uno de los hijos de Gastón Pascual eligió su camino. “Nunca le inculqué nada obligatoriamente”, dice mientras limpia las manos con un trapo manchado de grasa en el taller que tienen en el barrio Cerro de la Cruz. “Él eligió seguir adelante por su cuenta, pero algo adentro suyo lo llevó a la mecánica. No usaba la herramienta de juguete: quería la de verdad.”

 

Fernando confirma la escena con recuerdos que ya son más anécdotas familiares que imágenes nítidas. “Yo era chiquito, andaba con un camioncito de plástico, jugaba, lo levantaba, toqueteaba... siempre andaba en lo mismo que hacía mi viejo.” Lo cuenta con una sonrisa, mientras habla del viejo Fiat 600 familiar, al que alguna vez le echó agua al aceite jugando a ser mecánico.

 

 

 

Gastón asegura que nunca pensó que su hijo iba a trabajar a su lado. “Lo veía como alguien que iba a estudiar, seguir una carrera. Pero se crió escuchando música desde la panza de la madre y entre fierros, porque yo estuve toda mi vida con autos de calle, de carrera, de picada. Y lo mamó, lo fue llevando. Yo no lo veía trabajando conmigo, pero hoy me siento muy orgulloso.”

 

Ese orgullo no es solo profesional. También hay música. Ambos son bateristas. Fernando lo dice casi como una revelación: “Mi viejo también es baterista, yo también. Compartimos muchas cosas. Es doble el oficio que me llevó.”

 

Y como si los tambores y los motores compartieran un mismo ritmo, Gastón agrega: “A los tres años ya estaba ahí, en los ensayos. A los 15 tocaba mejor que yo. Hoy es un baterista muy bueno, para mi gusto.”

 

Fernando no necesitó una charla formal para tomar la decisión. “Salía de la escuela y me iba al taller. Nunca me senté a decir ‘voy a hacer esto toda la vida’, pero en la secundaria ya estaba metido. Cuando empecé a estudiar formalmente mecánica, fue para ponerle un título a lo que ya era mi pasión.”

 

Gastón también le legó las advertencias: “Esto tiene cosas muy sacrificadas. Si no te cuidás, te lastimás. Para eso están las herramientas de seguridad, porque el cuerpo es uno solo.” Y añade con crudeza: “Él tiene el cuerpo sano. Yo no.”

 

Hoy trabajan codo a codo. Proyectos compartidos, errores compartidos. “A veces sale todo bien, a veces muy mal”, admite Gastón. Pero lo más importante, dice, no es la técnica, ni la habilidad: “El legado más grande que le dejo es la humildad. Que sea una persona de bien, que no mienta, que cuide a quien le confía un auto.”

 

Fernando, que lleva en sus manos la música y la mecánica, lo resume todo con una frase sencilla: “Tengo pocas pasiones en mi vida. Una es la mecánica. La otra es la batería. Y las dos me las legó mi viejo.”

 

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