La alegría del rencor, el baile del remordimiento
La cantante aprovechó un público puntano prendido fuego y dio un recital a puro despecho con algunos destinatarios claros: mentirosos, engañados y amigas traidoras.
Un público encendido, fervoroso y participativo recibió a Ángela Leiva el jueves a la noche en el Cine Teatro San Luis. Gritos permanentes, piropos unisex y baile entre las butacas fueron algunas de las imágenes que regaló una platea definitivamente prendida fuego, como pocas veces. La chispa que lo inició es una mujer que canta sobre el desamor, el engaño y el resentimiento en ritmo de cumbia.
Temas dedicados a los mentirosos, a las víctimas, a las amigas traidoras, a las engañadas y a las engañadoras y a cualquiera que de alguna manera u otra rompa la paz amorosa conforman un show que sube y baja los estados de ánimo pero late al ritmo acelerado de un corazón dolorido.
Durante toda la noche, Ángela mantuvo una relación cercana con la gente, les habló cada vez que pudo y, como los expertos en las artes amatorias, supo dar y quitar en proporciones exactas. Entre el público hubo pedidos de piquitos, de fotos y para subir al escenario a cantar. Leiva hizo como que complacía a todos, pero en realidad no lo hizo completamente con ninguno.
A la chica que le pidió un beso en la boca, Ángela se lo cambió por una foto en la que solo frunció labios; a la que le pidió una foto le dijo que si accedía tenía que hacerlo con todo el teatro; y a la que rogó cantar a dúo le permitió un tema a capella desde la primera fila.
Cuando por fin cedió fue ante públicos especiales, por la edad. Tres nenes que le pidieron un abrazo y una abuela de 80 años que, emocionada, había ido al concierto con su nieto.
El show en sí se dividió en tres bloques. El inicial, con la cantante vestida de falda y bucaneras y los primeros éxitos, como “Fuera de mi vida” y “Solita me voy”; una parte intermedia -que llegó después de un extenso segmento en el que conversó con la gente e hizo pasos de stand up- en la que la actriz se calzó con vestido de noche, brillante, e interpretó temas lentos con piano y violín. Y una tercera en la que con ropa deportiva recorrió las canciones más bailables.
Una banda sólida, sin guitarra y con una dupla de vientos con trombón a vara y trompeta, acompañó, también vestida de negro y con coreografías que animaron a los espectadores.
“Hay canciones que se cantan para recordar y otras que se cantan para olvidar”, dijo Ángela en un momento del recital y en una demostración de la intencionalidad con que la artista lleva adelante su carrera. La canción tiene que tener algún sentido, más allá del bailable.


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