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La violencia vicaria, el golpe donde más duele

En Argentina este tipo de violencia es conocido como “femicidio vinculado”.

Por Raquel Wolansky
| 20 de junio de 2021
España conmovida por el caso de violencia vicaria, que le costó la vida a dos nenas en Tenerife. Foto: internet.

El 27 de abril pasado, Tomás Gimeno pasó a buscar a sus hijas, de 6 y 1 año, y se dirigió a un puerto de Tenerife, en España. Allí, mientras asesinaba a sus hijas y luego las arrojaba al mar, le advertía en un mensaje a la madre, Beatriz Zimmermann: “No puedo permitir que crezcan sin mí... Por fin estaré bien y como quiero. Las niñas estarán bien conmigo”.

 

A casi dos meses del hecho y una incesante búsqueda por tierra y mar, los investigadores solo han logrado hallar el cuerpo de la mayor de las hermanas, Olivia y arribar a una dramática conclusión: “El plan del padre fue atroz” y estuvo dirigido a infligir a su expareja “el mayor dolor que pudo imaginar”. Conocido en España como violencia vicaria, el término hace alusión en simples palabras al daño que se ejerce sobre los hijos e hijas para herir a la mujer y el filicidio es el extremo de esta violencia.

 

La definición de violencia vicaria la propuso e impulsó la psicóloga argentina Sonia Vaccaro, quien reside en España, donde se especializó en criminología y violencia de género. En su página web, describe a este tipo de violencia como secundaria a la víctima principal, que es la mujer. “Es a la mujer a la que se quiere dañar y el daño se hace a través de terceros, por interpósita persona. El maltratador sabe que dañar o asesinar a los hijos o hijas es asegurarse de que la mujer no se recupere jamás”.

 

“La muerte de los hijos es el extremo del daño hacia la madre, pero el maltratador también ataca a veces a través de las mascotas, familiares o amigas y amigos de la mujer, como forma de perjudicarla. Pero antes que esto ocurra, lo hace a través de amenazas de que algo le va a pasar a estas personas queridas, es una forma más de controlarla”, explicó el psicólogo Enrique Stola en diálogo con El Diario de la República.

 

Si bien en Argentina no se utiliza este término dentro de los distintos tipos de violencia de género, Stola contó que fue la Casa del Encuentro la que en 2015 acuñó para designar a esta situación el nombre de femicidio vinculado, que son hijos o hijas asesinados para castigar a esa mujer o la definición “en línea de fuego”, que son las personas que quisieron defender a esa mujer que iba a ser asesinada y por quedar en el medio recibieron el elemento que usado para el asesinato, como una bala o un golpe.

 

“El tema es que el femicidio vinculado deja muy en claro que esta acción, por un lado, muestra el nivel de agresividad y maldad de este individuo, pero por otro lado juega en instancias judiciales porque hay muchísimos jueces y juezas machistas que no vacilan y además propugnan darle la revinculación de un nene o nena al asesino o femicida, son estas locuras machistas avaladas por el Poder Judicial”, agregó Stola.

 

Rocío Barrera, responsable del Equipo Interdisciplinario de la Secretaría de la Mujer, Diversidad e Igualdad de San Luis consideró que efectivamente la violencia vicaria se puede pensar como un tipo de violencia de género, ya que está ejercida por los varones hacia su pareja o expareja como una muestra de poder o dominaciones en relación al sometimiento de la mujer, pero que lo hacen a través de sus hijos o hijas.

 

“Lo que busca es justamente eso, el devastamiento, la violencia psicológica, la tortura a la mujer a través de la extorsión o la amenaza para seguir dominándola y seguir ejerciendo poder sobre ella, seguir tratándola como una posesión”, indicó.

 

De acuerdo al trabajo en la secretaría y el seguimiento de casos, Barrera contó que se pueden observar distintas formas de proceder, muchas de las que aún permanecen invisibilizadas como la amenaza de los agresores de quitarles los hijos o decirles que no los va a ver más, negarse a pagar la cuota alimentaria, interrumpirles los tratamientos médicos, hablarles mal de la madre o de la familia en presencia de ellos, y más al extremo de amenazar con hacerles un daño o matarlos.

 

Según cifras de la Casa del Encuentro, desde 2008 a 2020 hubo 158 niñas y niños víctimas de femicidios vinculados por parte de sus padres o padrastros. Si bien en lo que va de 2021 no hubo casos, el año pasado fueron 11. Las cifras muestran también que en 58 de estos casos, los femicidas se suicidaron después de cometer los asesinatos de las chicas y los chicos, mientras que 22 de ellos intentaron suicidarse, pero no lo consiguieron. Por otro lado, fueron 38 las mujeres asesinadas junto a sus hijas o hijos y en 28 ocasiones los femicidas tenían denuncias previas.

 

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