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Cecilia Merchán: "La ESI es una ley madre para todas las demás"

"Checha" presentó su nuevo libro "Infancias Diversas" y, en pleno ambiente electoral y de crisis, invita a frenar a la ultraderecha a través del voto. Además, reflexionó sobre el antiespecismo, el movimiento feminista y la trata de personas.

Por redacción
| 06 de noviembre de 2023
Mejor que una son dos. El libro que reflexiona sobre ESI lo coescribió con la periodista Nadia Fink. Lo publica la editorial independiente Chirimbote. Foto: Internet.

Criada en el seno de una familia matriarcal, pero con el conservadurismo de una época y espacio distinto; Cecilia “Checha” Merchán, oriunda de James Craik, Córdoba, cree fielmente en luchar por los derechos de todas, incluso de aquellas que se encuentran del otro lado de la marcha y sostienen un pañuelo opositor. Lo hace con la seguridad de que si cualquiera de esas mujeres requiere asistencia, el movimiento feminista será el primero en acompañar sin juzgar.

 

“Checha” es licenciada en Comunicación Social, docente y escritora. Se desempeñó como diputada nacional por Córdoba e impulsó leyes como el Matrimonio Igualitario, de Identidad de Género y de Paridad de Género. Además, ejerció como coordinadora del Programa de Fortalecimiento de Derechos y Participación de las Mujeres y del Comité Ejecutivo contra la Trata de Personas.

 

Actualmente, la referente nacional de la organización Corriente Política y Social La Colectiva presenta el libro “Infancias Diversas” que coescribió junto a Nadia Fink, periodista y escritora argentina, sobre Educación Sexual Integral (ESI). Lo publicó a través de la editorial Chirimbote, un sello independiente y autogestivo que promueve nuevas miradas y enfoques para infancias libres con perspectiva de género, diversidades y derechos humanos.

 

 

—Fuiste criada por una familia de mujeres, ¿influyó en las luchas que, luego, elegiste militar?

 

—Sí, por supuesto. Soy de un pueblo rural de Córdoba que tiene cuatro mil habitantes. Somos tres hermanos y yo, la del medio; mi abuela y mi mamá nos criaron entre las dos. Mi abuela nunca pudo ir a la escuela, pero mi mamá terminó la universidad. Ese proceso tuvo que ver con la fuerza, la potencia y el acompañamiento que se dieron. Mi abuela tenía que quedarse con los chicos para que mi mamá se fuera del pueblo a Córdoba a terminar de estudiar, embarazada incluso. Eso lo vi y se te hace parte de tu vida. Así como vi también, sin querer, las injusticias que por ser mujeres les impedían tener acceso a determinadas cuestiones. Son cosas que te marcan y desde muy chiquita tengo una sensación de rebeldía muy grande. Después fue creciendo en mí de múltiples maneras.

 

 

—¿Por ejemplo?

 

—En mi primera juventud transité un aborto que me hizo ver otras realidades y que mi abuela, que era lo máximo, estaba totalmente en contra, según ella una mujer estaba preparada para ser madre, pero no para abortar. Eso me hizo cambiar un montón, incluso nunca dije públicamente que había abortado hasta que mi abuela se fue de este plano, porque me daba cosa por ella. Son cuestiones que nos pasan a todas, situaciones que tenemos que atravesar para poder transformar y ampliar nuestras propias perspectivas. Cuando veía las movilizaciones de las pañuelo celeste pensaba que muchas de esas jovencitas iban a abortar en algún momento y lo bueno es que cuando a ellas les toque, como me pasó a mí, van a tener el acompañamiento de un movimiento y una sociedad de leyes que las van a hacer sentir bien con ellas mismas y no culpables de tomar una decisión sobre sus propios cuerpos. Son todas estas cosas las que creo que nos van marcando cuando todavía no sabemos que somos feministas ni qué nos depara la vida. Hasta el último día vamos a seguir aprendiendo cosas nuevas y definiendo quiénes somos. Nuestra identidad nunca está cerrada.

 

La Ley del Matrimonio Igualitario fue una de las leyes que disfruté mucho poder impulsar. Amplió la perspectiva (Cecilia “Checha” Merchán)

—Estuviste como diputada nacional entre 2007 y 2011, cuando tocó tratar el matrimonio igualitario, un proyecto que fue puntapié para un montón de otras leyes para la diversidad…

 

—Ese tramo de cuatro años como diputada nacional fue muy rico, no solamente para mí, sino para un montón de colectivos. Fueron cuatro años de ampliación de derechos muy grandes. Logramos muchísimas leyes: en contra de la violencia hacia las mujeres, de la trata de personas, a favor de la identidad de género, el matrimonio igualitario y un montón de cosas que tuvieron que ver con luchas colectivas. Para mí fue maravillosa porque cada una de estas leyes amplió una perspectiva de militancia sin quererlo; como los feminismos que habíamos construido y que eran sumamente binarios. A partir de ahí el enriquecimiento fue total, cambió radicalmente la vida, no solamente de las personas del mismo sexo que se querían casar, sino de la conformación de la familia en la Argentina. La del matrimonio igualitario fue una de las leyes que disfruté tanto poder impulsar, fueron años muy hermosos, dinámicos, de confrontación y agite, pero centralmente de elaboración también de lo que significaba el amor, el afecto y el respeto en la vida política en Argentina.

 

 

—¿Qué espacio ocupa la trata de personas dentro del movimiento feminista?

 

—Si vemos en perspectiva, decimos falta de todo, siempre falta. La trata es uno de los delitos que viola todos los derechos de las personas y que además es un delito complejo. Hay una visibilización respecto de la trata, si lo vemos en 2008 cuando fue la ley, hasta este momento pasó de ser un delito provincial a uno federal. Si alguien desaparecía y teníamos dudas de que fuera una situación de trata, solamente se la podía buscar en esa provincia, era una cosa insólita pensada desde hoy. Cuando desaparece alguien, sobre todo una joven, hay una movida muy grande en las redes. Inmediatamente se activan un montón de protocolos, hay instituciones en todas las provincias y a nivel nacional. En el caso de Guadalupe Lucero, justamente, es de las situaciones donde todavía no sabemos nada y es atroz que haya pasado todo este tiempo y que la familia y la sociedad no sepan qué ocurrió con ella. Desde el Estado hay que poner una alerta muy fuerte de que no solamente pasa con Guadalupe, sino que también puede ocurrir con otras niñas y niños.

 

 

—A semanas de una definición presidencial, ¿cómo te impacta que un posible presidente quiera tirar varias de las leyes que promoviste?

 

—Primero hay que tomar una posición clara en este contexto y, para mí, votar a Massa es frenar el avance de esta ultraderecha nefasta que aparece como la salida al hartazgo político. Ahí sí vamos a tener que reflexionar después muchísimo respecto a qué pasó en estos años para que pueda avanzar un sujeto y un espacio político como este. Qué nos pasó, en qué nos equivocamos. Creo que hay cosas sobre las que no se va a poder volver atrás. En el gobierno de Macri intentaron avanzar en contra del sistema jubilatorio y hubo una movilización enorme; fueron esos los años en que el movimiento feminista creció y avanzó de una manera impresionante. El primer paro al gobierno de Macri lo hizo el movimiento feminista en toda su diversidad y amplitud. Hay cuestiones que vamos a tener que revisar, claramente, pero hay algunas otras que van a ser defendidas directamente por el propio pueblo. No nos olvidemos que hoy a Milei lo está votando gente que fue beneficiada por estas leyes de ampliación de derechos. Algunas cosas se caerán, pero no van a ser aquellas que impactaron verdaderamente en la vida de los argentinos y argentinas.

 

 

—¿Tu recorrido con el antiespecismo cómo inició?

 

—Con Liliana Felipe, que es una amiga con quien nos conocemos desde muy chicas a través de nuestros padres. Ella y su compañera me escriben y me dicen que querían hacer una actividad en La Colectiva sobre especismo en 2015. Les dije que sí y yo, para ese entonces, entendía que era especismo de especias y de plantas. Cuando nos pusimos a indagar un poco y vimos de qué se trataba, me sorprendió un montón. Nunca había escuchado la palabra y me pareció, en ese entonces, algo ridículo en medio de una campaña donde estábamos discutiendo si llegaba Macri o no al poder. Era muy complejo todo y me parecía difícil hablar de los animales, pero como éramos muy amigas hicimos la actividad y, la verdad, fue como un antes y un después. A partir de ese momento empecé a indagar y en el medio se dieron algunas situaciones personales que me fueron llevando a entender la explotación animal, todo el sistema de la industria cárnica y su relación con nuestro propio cuerpo. Muy rápidamente dejé de comer animales.

 

 

—¿Cómo se vincula esto con el trabajo barrial y de militancia?

 

—Costó un montón ver cómo con todas mis compañeras feministas y populares no había forma de poner en discusión esto; era como hablar en otro idioma. De a poco fuimos hablando y, finalmente, llevamos adelante desde La Colectiva un proyecto que es “Mi olla, mi decisión”, que se lleva adelante en dos lugares donde hay mucho trabajo de feminismo popular con compañeras en La Matanza y en Villa Ciudad Oculta. Conseguimos un financiamiento para tener alimentos, todo basado en plantas, para 200 familias durante todo un año y, en ese tiempo, hacemos talleres con una nutricionista y una médica vegana que nos ayudan a entender y nos van formando. Además, tenemos un encuentro donde podemos vincular estos feminismos populares donde nos paramos para empezar a pensar qué comemos, cuál es nuestra relación con los alimentos, idear una soberanía alimentaria recuperando nuestras raíces y también ver el vínculo con los animales tan violento y extremo que tenemos de explotación total y que es algo asociado a la colonización de nuestra tierra. Es hermoso lo que está sucediendo y, a partir de eso, surge también el vínculo con “Alimentando el mañana”, que es otro programa que lleva adelante gente muy hermosa para ampliar esta propuesta; son comedores con el compromiso de todas las semanas tener, al menos, un menú basado en plantas y que sea igual o más barato que uno con animales.

 

 

—Tenés dos libros sobre Educación Sexual Integral, ¿por qué esta temática entre las tantas que hay dentro del movimiento? 

 

—Creo que la ESI es una ley madre que nos hace repensar todo, todo el tiempo. Se la estigmatiza y, muchas veces, se considera como algo en lo que solamente se va a hablar de la genitalidad, nos hizo repensar toda nuestra educación, que es sexual, como dice Graciela Morgade, y que la historia está vista desde una perspectiva absolutamente machista. Poder pensar todas las materias desde ese lugar, desde una perspectiva de integralidad y de que la sexualidad está en todas las actividades. La Educación Sexual Integral me permitió tener la perspectiva del movimiento de personas por la diversidad tanto sexual como corporal, me amplió la perspectiva. Es maravilloso también lo que nos puede hacer reflexionar a la totalidad de la sociedad, no solo en cuanto a la accesibilidad, sino para descubrir quiénes somos y cómo esa integralidad nos hace vernos desde distintos lugares.

 

 

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