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Tirarse a la pileta: José Meolans

El nadador olímpico que empezó en la pileta de sus abuelos en Córdoba y llegó a obtener tiempos récord y medallas, y a ser campeón mundial en 2002.

Por Astrid Moreno
| 10 de junio de 2024

Promover el deporte es el lema implícito de José Meolans, el nadador olímpico argentino. Da charlas y clínicas de natación en todo el país, con el objetivo de que los niños y adolescentes se motiven. Es el desarrollo de sus ambiciones deportivas lo que lo hace el testimonio ideal de dedicación y determinación.

 

Récord en 50 metros libre y 100 metros libre en piscina corta, campeón mundial en 2002 y competidor olímpico en cuatro ediciones, Meolans es un referente del deporte argentino en todo el mundo.

 

El nadador reflexionó sobre la realidad del deporte en Argentina, especialmente para quienes provienen del interior del país, donde los recursos pueden ser escasos, pero no limitantes para quienes están decididos a triunfar. Su visión sobre el futuro del deporte argentino en los Juegos Olímpicos de París 2024 destaca la importancia de apoyar a los atletas sin crear expectativas irreales.

 

 

―Arrancaste a nadar desde muy chico, a los diez meses. ¿Cómo pasaste de eso a dedicarte profesionalmente?

 

―En un principio, fue una decisión de mis viejos, por una cuestión de seguridad, de que vivíamos frente a un río en Córdoba. Empezó a pasar el tiempo y creo que primero fue el gusto que sentía por hacer el deporte, luego me terminó de captar la competencia en sí, porque al año y medio fue cuando tuve mi primera experiencia competitiva y, a partir de eso, dije 'esto es lo que me gusta'. Por supuesto, con el correr de los años eso se fue acrecentando, porque iba empezando a tomar conciencia de un montón de otras cuestiones que fueron influyendo como para decidirme que era lo que quería hacer durante un tiempo largo.

 

 

―Siendo un niño, ¿enfocarte en el deporte profesionalmente te privó de algo?

 

―Hubo momentos de postergaciones y de decidir, pero, por otro lado, también estaba convencido de lo que quería, entonces no renegaba de eso. Puedo poner un ejemplo y decir que mis amigos me invitaban a jugar a la pelota y yo a veces dudaba y no podía ir, pero, por otra parte, tenía en claro que lo que quería era nadar y superarme en eso. Mirando para atrás, no siento ningún tipo de arrepentimiento de haber optado por ponerle fichas y mente a un deporte que me dio un montón.

 

 

―¿La carrera de un nadador se enfoca exclusivamente en llegar a los Juegos Olímpicos?

 

―Todo se va haciendo a partir del recorrido y ese camino traza, muchas veces, un objetivo que puede ir con base en un tiempo que quieras hacer, llegar a determinada competencia o ganar una medalla; eso es muy personal. En mi caso, siempre lo tuve muy en claro y creo que también eso se lo debo a la familia, que estuvo presente siempre, y a mis entrenadores que me sostuvieron y me mantuvieron con los pies sobre la tierra. Nunca pensé en nada lejano o imposible. Por supuesto que a medida que vas recorriendo, tenés una mayor ambición: primero pensaba en representar a mi club; después, a mi provincia, y en algún momento, a Argentina. Si había posibilidades de ir a un Juego Olímpico, en la cresta de la ola fue un sí, pero es real que no todos llegan. No es que en un momento dije 'quiero ir a tal lado' y hay que tener en cuenta que eso en muchos casos lleva a frustraciones fuertes que te hacen tomar determinaciones y hasta alejarte del deporte. Entonces siempre fui bastante medido. Por supuesto que los Juegos Olímpicos para cualquier deportista es la máxima aspiración por poder representar a tu país.

 

 

―Siendo del interior, donde muchas provincias ni siquiera tienen una pileta olímpica, ¿el acceso al deporte es más complejo?

 

―Eso difiere mucho con base en la realidad de cada lugar en Argentina, como en tantos otros ámbitos. Pero no creo que eso sea una limitación, porque tengo muchos ejemplos de compañeros de equipo de selección que han llegado a un juego olímpico entrenando en una pileta de cuatro carriles con unos andariveles de bolita, donde tenían gente al lado. No necesariamente tener esa falta de herramientas es un limitante. Que por ahí no ayude, la verdad es que es más complejo, pero esos casos existen. No son tantos e imagino que si tuviésemos mejores recursos, por supuesto que estaríamos en una condición diferente.

 

 

―¿Te gusta el nado en aguas abiertas?

 

―No tengo experiencia en eso, lo mío fue siempre en pileta. Sí admiro profundamente a la gente que lo practica, porque son carreras de larga distancia y de mucha exigencia en condiciones extremas que las que se requieren al estar en un recinto, como el factor climático, no tenés profundidades, no ves el fondo del lugar. Todo eso lo hace prácticamente otro deporte.

 

 

―Son conocidas en el tenis las presiones a deportistas por apuestas que se hacen entre los fanáticos. ¿Sucede eso en la natación?

 

―La verdad es que desconozco. No me ha pasado nunca algo así. Que debe haber apuestas, posiblemente, porque las hay en todos los deportes. Pero no puedo hablar en lo personal de que en algún momento me hayan ofrecido dinero por perder una competencia o algo de ese estilo. Tampoco lo hubiese pensado ni aceptado, por una cuestión de principios y valores; se aplica a los controles de doping y el uso de sustancias prohibidas. Siempre defendí a capa y espada el juego limpio.

 

 

―¿Cómo es el después de alcanzar una medalla en una competencia?

 

―Para muchos deportistas, por ahí, es difícil cuando se toma la decisión de alejarse de la competencia y de saber que el deporte ya no es parte de la vida de una persona. Es un momento traumático, yo no lo viví así, porque pensé más a futuro y que el deporte me podía abrir puertas para seguir emprendiendo y proyectando mi vida desde otra posición. Sí, un año antes de tomar la decisión de retirarme, lo fui masticando y elaborando. Saber que se cumplía un ciclo y era un cierre en mi vida de algo que había hecho durante mucho tiempo y que ya no iba a ser parte. Eso es lo más complejo que tiene que decidir el atleta, el dar ese paso y tomar una decisión que muchas veces algunos no están del todo seguros o que por lesiones terminan alejándose. Por suerte, no me tocó a mí, pero creo que sin duda es un tema complejo.

 

 

―Cerraste tu etapa profesional, porque no es que dejaste el deporte definitivamente, con un récord. ¿Eso se prepara?

 

―Actualmente, sigo nadando, pero porque soy inquieto y me gusta estar en movimiento. Obviamente que no al plano de lo que era cuando competía, porque el deporte de alto rendimiento es superexigente. Hoy lo que hago es mucho más light. Con respecto a elegir la fecha final, eso no lo preparé. Sí sabía que iba a ser mi última competencia, no sabía que iba a ser mi mejor tiempo, para nada, de hecho ese año fue olímpico y esperaba tener mi mejor resultado ahí. No me fue como esperaba en los Juegos Olímpicos y la idea era ahí retirarme, pero tenía un acuerdo con River hasta diciembre de ese año y continué durante cuatro o cinco meses más. Esa competencia la tomé como una despedida, una celebración, relajado y asumiendo que era la última y tenía que disfrutarlo. Entonces, no tenía ninguna presión encima, el resultado fue un plus.

 

 

―Decías que el resultado en esos últimos Juegos no fue el esperado. ¿Se trabaja con los años la frustración?

 

―Sí y no es fácil, sobre todo cuando estás en la vorágine del día a día y todo lo que conlleva la competencia en sí. Hay que pasar el trago amargo y decir 'bueno, hay nuevas oportunidades'. A nadie le gusta ser derrotado, nadar por arriba de los tiempos que uno pretende y más cuando estás convencido de que la preparación fue la mejor que pudiste hacer y el objetivo no salió. Te acostumbrás a vivir con frustración, creo que en algún punto empezás a entender que es parte del deporte y que no siempre salís victorioso. No siempre cuando te tirás a una pileta vas a tiempo. Tenés que estar siempre preparado para evolucionar y mejorar. A veces, te encontrás con un mejor adversario, con algún error y, en el plano personal, nunca perdía la expectativa ni la confianza en mí.

 

 

―¿Cómo ves a Argentina de cara a los Juegos Olímpicos de París 2024?

 

―Como argentino, quiero que el resultado siempre sea el mejor para todos los atletas que nos representan. El tema es también que competimos —esto siempre fue así— con países que están muy por delante nuestro en muchos aspectos. Incluso así, creo que Argentina siempre tuvo rendimientos en muchas disciplinas muy buenos y hasta sorprendieron. Es difícil hablar de un medallero previo a los Juegos, por eso ojalá que aquellos que tienen ciertas aspiraciones puedan cumplirlas. Bajo ningún punto podría juzgar quién está en condiciones de tal cosa porque me tocó vivirlo en carne propia. Prefiero estar más al margen y apoyar, como siempre, a los argentinos. En nuestro deporte más popular, que es el fútbol, antes de comenzar un Mundial parece que ya Argentina tiene que estar con la Copa o, por lo menos, como mínimo, dentro de los cuatro mejores; si no, es un fracaso rotundo. Estamos bastante mal acostumbrados y entendemos muchas veces mal lo que sucede, nos generamos expectativas sobredimensionadas de todo. No sé por qué, pero siempre fue así. Después, cuando eso sale mal, mínimamente nos parece que se nos cae el mundo encima. No creo que seas el peor del mundo cuando te va mal ni tampoco sos el mejor de todos cuando te va bien; hay que ser más equilibrado y tener una mirada macro por fuera de un simple resultado.

 

 

―En esos espacios, ¿se siente esto de la garra argentina? Sobre todo cuando se hace un mayor esfuerzo para llegar que deportistas de otros países, en un plano económico y de accesibilidad al deporte.

 

―Ante la falta a veces de recursos, es como que se va autogestionando. Me parece que, en definitiva, desde otro lugar crece mucho más sólido y fuerte. A mí me lleva a un ejemplo, que entenderán más los que son de mi generación, en la película de "Rocky IV" cuando

 

Rocky entrenaba en la montaña levantando un sulky mientras que su oponente ruso tiene toda la tecnología. Después, Rocky termina ganando por su voluntad, su actitud, fe y por este plus. Lo mismo pasa con el argentino, que está muy acostumbrado a pelearla, a tener debilidades, problemáticas y que se repone permanentemente. Eso es una muestra de lo que es el deporte argentino y que en esos momentos críticos saca lo mejor que tiene el deportista y hasta puede definir un resultado. Lo podés llamar garra o actitud, pero sí creo que es muy del argentino.

 

 

―Con respecto al ciclismo, ¿qué encontraste en ese deporte?

 

―En la bici encontré mi deporte de cabecera, pero más por un tema de salud y de disfrute. Muy de vez en cuando y de caradura participo en alguna carrera, pero no mucho más que eso. Tengo un grupo de amigos que hacen ciclismo y la pasamos muy bien. Es algo en lo que hoy pongo mi momento de actividad física y me divierto.

 

 

―¿Pensaste en entrenar deportistas en niveles profesionales?

 

―Durante muchos años trabajé haciendo clínicas de natación y recorrí el país con la intención de poder promover el deporte y motivar a los chicos. Hoy sigo un poco más con el tema de charlas. Me gusta desde ese lugar, pero no lo haría como entrenador, porque tiene un compromiso cien por ciento con el deportista y te lleva a tener una vida prácticamente similar a la que tiene el nadador, más incluso, porque tiene que planificar y estar atentos a muchas cosas. Después de haberlo hecho durante tantos años de mi vida, prefiero no seguir con esa rutina.

 

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